No sospechan siquiera que su historia pueda tener alguna importancia y que tenga algún valor dejar rastros documentales de ella.
Antonio Gramsci
L’Obrera bajo la mole
En abril de 1919, plena guerra civil contra conservadores y liberales, algunos humildes trabajadores rusos comenzaron a reparar locomotoras averiadas en sábado, día no laborable por tradición. Así nacieron los Subbótniki o sábados comunistas, durante los cuales la gente realizaba actividades por el bien común y sin recibir dinero a cambio. Según el historiador Christopher Hill, en 1920 los Subbótniki ya contaban con 15.000 miembros del partido comunista y 25.000 obreros no afiliados [1].
“Evidentemente, esto no es más que un inicio, pero un inicio de una importancia extrema. Es el inicio de una revolución más difícil, más esencial, más radical y más decisiva que el derrocamiento de la burguesía, porque es una victoria sobre nuestra propia rutina, nuestra pereza, nuestro egoísmo pequeño-burgués, sobre aquellas costumbres que el capitalismo ha legado al obrero y al campesino. Cuando esta victoria se consolide, entonces y sólo entonces, la nueva disciplina social habrá sido creada”, dijo Lenin [2]. Ya celebrado el centenario de la Revolución rusa y desde un mundo profundamente opuesto, estudiar sus iniciativas populares abre todavía reflexiones y caminos.
Corre el mes de marzo de 2017 en la ciudad de Sabadell, Barcelona. Es domingo – día de descanso por tradición – pero toca jornada de faena y adecuación del espacio en el centro social. Arturo pasa el rodillo cargado de pintura blanca y fresca por la fachada envejecida mientras anima a unas vecinas que pasean por la avenida a participar; Óscar y Hamza ponen luces nuevas en el gimnasio; Pingo y su familia hacen un mural en la pared; David y Cristina limpian y pintan la cocina; Dani estudia los nidos que las palomas han hecho bajo el tejado subido en una grúa que nos ha conseguido Ari; Laia me ayuda a pintar de negro la tarima que hace de escenario; a Maricarmen la recuerdo con un pincel en la mano y un pañuelo morado en el pelo; Conxita y Rosa barnizan ventanas y clasifican los libros de la biblioteca; Gerard y Adrià pintan paredes y reparan puertas. Hay paella y vino para 50 personas a la hora de comer: 50 personas que se han quitado de encima la pereza, o que sencillamente han asumido que valdrá la pena ir a trabajar el lunes con agujetas.
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La extrema derecha marginal
En otoño de 2016, las activistas polacas convocaron una huelga de mujeres masiva con el objetivo de frenar una ley parlamentaria que hubiera prohibido el aborto. Estaban inspiradas en la histórica huelga de mujeres contra la desigualdad salarial en Islandia. En octubre de 2016, las activistas argentinas de “Ni una menos” adoptaron también esta táctica para protestar contra la violencia machista. Siguiendo la participación masiva en estas huelgas, las organizaciones feministas de base empezaron a coordinarse internacionalmente para promover una jornada de movilización global en noviembre de 2016, con motivo del día internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. El 26 de noviembre, 300.000 mujeres tomaron las calles en Italia. La convocatoria de una huelga de mujeres el 8 de marzo creció orgánicamente en el seno de estas luchas: iniciada por las activistas polacas que habían organizado la huelga de mujeres de septiembre, en unos meses consiguieron extenderla a cerca de 50 países.


Esta es una de las aulas de la Ruta pedagógica «Decolonialidad del poder» que puedes encontrar en nuestro portal 


Capítulo 6 de ‘Marx y la economía sin equilibrios’ editado por Freeman y Carchedi 1995 de la Editorial Edward Elgar.
Marx usa el mismo término, trabajo abstracto, para referirse a dos problemas y prácticas diferentes, pero no necesariamente contradictorios. En primer lugar, el trabajo abstracto es el irreconocido equivalente que producen los diversos intercambios del mercado y que los sostiene. Un equivalente que no es solo la precondición del intercambio de bienes, sino también del intercambio de trabajo en el mercado. De este modo, dado que el trabajo abstracto, en este primer sentido, es inseparable de un equivalente puesto entre las mercancías en el mercado y una hora de trabajo, sirve como ideología “espontánea”
«Es necesario retomar el hilo del pensamiento crítico de























