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«Vernos parte de un mundo. Homenaje a Giulia Adinolfi en los 40 años de su muerte»: Cristina García

En medio del camino de la vida,

errante me encontré por selva oscura,

en que la recta vía era perdida.

¡Ay, que decir lo que era, es cosa dura,

esta selva salvaje, áspera y fuerte,

que en la mente renueva la pavura!

Dante Alighieri, La Divina Comedia

 

Giulia (Salerno, 1930 – Barcelona, 1980) nació en un edificio construido en el Cinquecento, en el seno de una familia de antifascistas italianos. Los balcones que daban al patio interior eran el escenario de encuentros y complicidades entre las distintas familias antifascistas que también habitaban allí. Con 15 años ya militaba en el PCI, y tal vez una de las causas que la llevaron a estudiar filología hispánica fue la admiración por el pueblo español que, con escasos recursos armamentísticos, decidió sin vacilaciones oponerse al fascismo en una guerra genocida.

En el caso de Giulia, la firmeza de principios convivió desde los inicios con una formidable capacidad de estudio preciso y reflexivo, formando parte del Istituto Italiano per gli Studi Storici fundado por el mismo Benedetto Croce. 

Al viajar por primera vez a Barcelona con una beca de estudios hispánicos conoció a Manuel Sacristán, dirigente del PSUC en la clandestinidad entonces, con quien se casó en Nápoles en 1957 y de quien no se separó jamás. En 1958 tuvieron una hija. Giulia Adinolfi había abandonado un futuro prometedor como posible intelectual del PCI para sumergirse en la discreción de la clandestinidad española.

Habiendo estudiado La Celestina y la ilustración española, Giulia trabajó primero como profesora de bachillerato y posteriormente fue profesora no numeraria de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus alumnos afirman que se trataba de una docente brillante y rigurosa – se conservan montañas de apuntes trabajados durante meses para poder impartir cada una de sus clases sobre literatura española.  

Durante los años 60 contribuyó a la creación del Movimiento Democrático de Mujeres y al nacimiento de la revista Nous horitzons, donde en 1967 publicaría su primer artículo titulado “Por un planteamiento democrático de la lucha de las mujeres”, en el que ya se insinuaban algunas de las ideas que Giulia seguiría desarrollando ante la eclosión del movimiento feminista en Barcelona. Algunas de estas claves serían la no solución de la discriminación de la mujer en el marco de la misma sociedad que la mantiene o la subvaloración de los problemas generales de la sociedad en las luchas feministas.

Durante los últimos años de su vida fundó la revista Mientras tanto junto a Manuel Sacristán y participó en la creación de la Federación de Enseñanza de CC.OO. Su forma de comprender y de participar en política consistía en aportar reflexiones, ideas y capacidad de acción a la organización de la gente que pretendía ganar autonomía democrática sobre sus propias vidas.

Jornadas Catalanas de la Mujer (1976)

Unas 4.000 mujeres pasaron, entre el 27 y el 30 de mayo de 1976, por el paraninfo de la Universidad de Barcelona en aquella histórica jornada para el feminismo de nuestro país. Allí se sentaron las bases de las reivindicaciones que caracterizan, hasta el día de hoy, a los movimientos feministas: igualdad laboral con los hombres, socialización del trabajo doméstico, ley del divorcio, libre disposición del propio cuerpo, métodos anticonceptivos, legalización del aborto…

Giulia, a quien ya habían diagnosticado el cáncer que terminaría con su vida pocos años después, asistió atentamente a las Jornadas, compartiendo el ansiado espíritu de aires de cambio y de organización femenina pero sin renunciar a distanciamientos críticos ni a una visión de totalidad social e histórica.

“La sociedad capitalista avanzada, ante las exigencias de liberación sexual de los jóvenes y de las mujeres responde con una tolerancia que no es liberatoria sino que se funda en relaciones sociales alienadas, competitivas y violentas y las reproduce en la vida sexual. […] Es decisivo afirmar que no puede haber una auténtica liberación sexual sin una completa liberación del hombre. Pero también es necesario ligar la lucha por la liberación de la mujer a la lucha por unas relaciones humanas no alienadas”, escribió durante aquellos días.

Giulia compartía con Pier Paolo Pasolini, de quien tradujo La Divina Mímesis en ese mismo año, la preocupación frente a las transformaciones antropológicas individualistas que estaban teniendo lugar entre quienes se habían considerado antaño clases populares. Más allá de las demandas de programa feminista, Adinolfi trataba de comprender en profundidad el momento histórico que vivía. Más de 40 años después, sus palabras tienen, sin lugar a dudas, un aura tan profética como familiar.

En su texto titulado “Sobre las contradicciones del feminismo” (1979), en el que introdujo el luminoso concepto de “subcultura femenina”, Giulia proponía “no tirar el agua sucia con el niño dentro”, es decir, no magnificar acríticamente ni naturalizar ciertos roles femeninos tradicionales, pero tampoco rechazarlos por entero para, en su lugar, universalizar una cultura masculina y burguesa. En las mujeres había valores como la paciencia o el cuidado que podían ser fundamentales para frenar la ruptura de vínculos populares provocada por el neoliberalismo. La propuesta de Giulia consistía en no relegar ciertos valores de forma peyorativa al género femenino, sino en hacerlos universales de forma consciente.

En el número 2 de la revista Mientras tanto, Adinolfi publicó “Sobre subculturas femeninas (I)”, texto en el que afirmaba haber empezado “un discurso que luego revise y continúe alguien con mejores instrumentos”. Ese camino está abierto todavía hoy.

 

La vida cotidiana recuperada

“La vida cotidiana tiene su propia experiencia, su propia sabiduría, su horizonte propio, sus previsiones, sus repeticiones y también sus excepciones, sus días comunes y festivos. La cotidianidad no ha de entenderse, por ello, en oposición a lo que constituye la norma, a la festividad, a lo excepcional o a la Historia; la hipóstasis de la vida cotidiana como banalidad en contraste con la historia como excepción, es ya el resultado de cierta mistificación”, escribía el filósofo Karel Kosik en Dialéctica de lo concreto (1963). Estas líneas sobre el significado de la vida cotidiana se asemejan a la comprensión de esta que se insinuaba en los textos de Giulia, y que contrasta con las teorías que optan por la supresión de toda vida cotidiana.

En estas coordenadas tienen valor las reflexiones de Adinolfi sobre el trabajo doméstico, dictadas pocos días antes de morir y recogidas en el número 3 de la revista Mientras tanto (1980). La cuestión era objeto de amplio debate para la teoría feminista de aquellos años, optando en la mayoría de ocasiones por dejar atrás la división sexual del trabajo y asalariar o suprimir el trabajo doméstico, comprendido como una labor mecánica, repetitiva y de simple reproducción (frente al peso de la producción).

En esas pocas líneas esquemáticas Giulia ponía de relieve, para aquellas personas que se considerasen revolucionarias, el valor que podía tener una reapropiación consciente del trabajo no mercantil (tan a menudo realizado por mujeres) frente al capital.

“La socialización del trabajo doméstico en un mundo sin vocación social es una catástrofe”, escribía, tal vez observando cómo las multinacionales pretendían aguijar y cooptar los malestares femeninos y las reivindicaciones feministas incitando al consumismo de las amas de casa mediante ofertas de todo tipo de productos del hogar, o bien creando empresas de limpieza, de cuidado de los niños y los mayores. Pilar Fibla lo escribía así en el número 6 de Mientras tanto (1981):

La mujer como potencial consumidora, los trabajos hechos por la mujer dentro de la familia pasaban a ser hechos por mano de obra asalariada en un mundo insolidario. Guarderías-párking, residencias…

Para Giulia esa no era la solución propia de una comunidad más democrática, cuidadora, poderosa y fraterna, sino que la solución pasaba más bien por la reapropiación consciente tanto de la vida cotidiana como de la totalidad de las relaciones sociales.

De una forma más descarnada y general expresaba estas inquietudes en sus notas personales de 1976, publicadas en el número 40 de Mientras tanto (primavera de 1990):

Un espejismo: inventarse otra personalidad para salir de la propia, ser distinto para huir una vez más de sí mismo, engañarse con una alteridad que es un sueño adolescente […] ¿La vida no es al contrario la suma infinita de cosas pequeñas, que existen fugazmente, que nos rodean, que nos acompañan y que nosotros olvidamos, ignoramos, pisamos, destruimos por falta de amor? Ser otro es inventarse de nuevo, ensanchando una vez más nuestro lugar en vez de vernos parte de un mundo, de un lugar de un tiempo en que viven otros seres, en que existen otras cosas, con las que estamos ligados y a las que debemos atención.

Esa pulsión desarraigada que encaja tan bien con el deseo de consumo constante espoleado por la publicidad, de huida hacia adelante y de comprender este fenómeno como una supuesta ruptura liberadora con tradiciones del pasado, constituye una representación acertada de la conciencia de nuestra época histórica. Una época histórica que no constituye un nosotros que construya el mundo de modos respetuosos con el planeta y con la humanidad misma.

 

Sentido de la realidad y capacidad de resistencia

Las personas que conocieron a Giulia a menudo resaltan su personalidad discreta y mesurada (escribió para sí infinitas veces más de lo que hizo público) como una característica poco propia de una intelectual política. Es posible que tal valoración, en realidad, tenga mucho que ver con nuestras expectativas de liderazgos mediáticos y vanguardistas que pasan por alto el trabajo constante, pequeño y paciente.

Giulia Adinolfi y de las subculturas femeninas constituyen todavía hoy un mundo del que queda mucho por estudiar y por aprender. Pilar Fibla lo afirmaba certeramente:

El atrevimiento y la independencia de pensamiento pueden ser una opción para algunas mujeres, sugestiva porque hace sentir la ilusión de romper cadenas, pero no una perspectiva real para el conjunto de las mujeres. Aunque no sea un remedio milagroso, la crítica puede ser una defensa contra la voracidad integradora del sistema contra el que queremos estar. En la “subcultura femenina” encontraremos un par de valores que pueden servir: sentido práctico (sentido de la realidad contra los falsos mirajes que fabricamos) y capacidad de resistencia (para sufrir – Elena Francis -, también para luchar). Buena combinación para los tiempos que corren.

 

Bibliografía de interés:

Vives, Ll. (pseudónimo de Giulia Adinolfi) (1967). Per un plantejament democràtic de la lluita de les dones. Nous Horitzons (12), p. 30-34.  

Vives, Ll. (pseudónimo de Giulia Adinolfi) (1968). “La meva Cristina i altres contes” dins l’obra de Mercè Rodoreda. Nous Horitzons (14), p. 45-48.  

Adinolfi, G. (1979). Sobre las contradicciones del feminismo. Mientras tanto (1), p. 15-17.

Adinolfi, G. (1980). Sobre “subculturas femeninas” (I). Mientras tanto (2), p. 23-26.

Adinolfi, G. (1980). Esquema sobre el trabajo doméstico. Mientras tanto (3), p. 19-21.

Fibla, P. (1981). Reflexions sobre l’evolució del moviment de dones a Barcelona. Mientras tanto (6), p. 23-29.

Grau, E. (1990). Vivir en presencia de la realidad. Notas a modo de presentación de algunos textos inéditos de Giulia Adinolfi. Mientras tanto (40), p. 129-146.

Grupo Giulia Adinolfi (1992). Construirnos como sujeto, construirnos en medida del mundo. Mientras tanto (48), p. 19-32.

VVAA (2005). Dimensiones de una ausencia – Memoria de Giulia Adinolfi. Mientras tanto (94).

Juncosa, X. (2007). Integral Sacristán, capítulo 8 dedicado a Giulia Adinolfi [DVD]. Barcelona.

 

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