El estancamiento europeo parece dar la razón a los «análisis keynesianos». Su leitmotiv consiste en decir: la austeridad genera recesión y deuda, por lo tanto es una política absurda. Sería mejor relanzar la actividad económica mediante políticas monetarias y presupuestarias más dinámicas e incrementar los salarios y/o la inversión pública. Esta forma de presentarlo es un poco simple, pero constituye un resumen provisional del núcleo duro del discurso que, para entendernos, llamaremos «keynesiano».
La crítica que se puede hacer a este discurso se basa en la siguiente dialéctica: 1. Las propuestas «keynesianas» son correctas en parte; 2. Pero hacen abstracción de la lógica interna del capitalismo y, por lo tanto, 3. Conducen a alternativas incoherentes, por incompletas.
El diagnóstico «keynesiano» se basa sobre todo en la utilización de los modelos llamados «flujos-stocksconsistentes» (stock-flow consistent) elaborados por una escuela de economistas heterodoxos que se definen fundamentalmente como «post-keynesianos». Esos modelos combinan los flujos (por ejemplo, el volumen de producción, las inversiones y la masa salarial) con los stocks (por ejemplo, el capital fijo, la deuda, etc.). Son interesantes porque, en relación a los modelos de equilibrio general inadaptados al estudio de la dinámica capitalista, vuelven a conectar con la macroeconomía abandonada desde hace tiempo por la economía dominante. En la medida en que describen las interacciones entre el comportamiento de los agentes (empresas, hogares) y sus patrimonios, son adecuados para el análisis de la financiarización que ha caracterizado al capitalismo en su fase neoliberal. Además, permiten distinguir las economías nacionales según estén impulsadas por el beneficio (profit-led), por los salarios (wage-led) o, incluso, por las exportaciones (export-led).
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