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«Reseña de ‘L’alternativa socialista: el veritable desenvolupament humà’ de Michael A. Lebowitz»: Josep Manel Busqueta

alternativa_socialista_0La Alternativa Socialista es el titulo del libro escrito por Michael Lebowitz, cuya versión original se encuentra publicada en el año 2010 por Monthly Rewiew press. De este texto existen distintas traducciones a diferentes idiomas de ellas, una de las más recientes, la publicada el presente año en catalán por la editorial Edicions del 1979.

Michael Lebowitz ha sido desde 1965, profesor de Economía marxista y sistemas económicos comparados en la Simón Fraser University de la Columbia Británica (Canadá), de donde es, en la actualidad, profesor emérito de Economía. Además de sus trabajaos sobre Marx, metodología y teoría de la crisis, ha escrito ampliamente sobre la teoría económica socialista. De su obra reciente resulta destacable para el lector hispano, la publicación el año 2005, por parte de la editorial Akal, de su obra Más allá de El capital, La economía política de la clase obrera, obra que fue galardonada el año 2004 con el premio Deutcher al mejor trabajo creador sobre marxismo en lengua anglosajona.

Además de su bagaje teórico, M. Lebowitz cuenta con una importante experiencia militante que le sirve también de base y de inspiración para concretar sus ideas en textos como el que aquí presentamos. Así, recientemente el autor se ha involucrado profundamente en el proceso de transformación social que supone la Revolución Bolivariana de Venezuela , donde ha trabajado de asesor del Ministerio de Economía Social, y colaborado también con El Centro Internacional Miranda.

En la Alternativa Socialista el autor parte de lo que él considera el fantasma que actualmente recorre el mundo : “ la barbarie”. Señala que la misma ha estado siempre latente en el capitalismo, un sistema al que solo le importan los beneficios. Para el autor, la reproducción ampliada del capitalismo ha sido la base que permite comprender la situación de crisis ecológica que hoy padecemos. Ante la necesidad de platearnos quién y cómo decidirá sobre los recursos materiales que todavía quedan en el planeta, el autor plantea crudamente que de seguir bajo la égida capitalista quien decidirá sobre ellos será la fuerza bajo las formas del imperialismo y la barbarie.

Ante esta situación el autor se propone en la Alternativa Socialista “ apuntar hacia una vía alternativa. Un camino centrado no en el crecimiento cuantitativo sino en el pleno desarrollo del potencial humano, un camino socialista, no uno que nos conduzca a la barbarie. I la premisa es que necesitamos de una vez por todas visualizar esta alternativa, porque si no sabemos donde queremos ir, ningún camino nos llevará hacia ella.”

El libro se divide en dos partes. En la primera el autor se propone sentar las bases de su propuesta de transformación que bautiza como “el triángulo socialista”. En la segunda parte que comprende más de la mitad del libro, el autor aborda como construir ese triángulo socialista.

Primera parte: el triángulo socialista

En resumen, el triángulo socialista se compone de tres lados que son: la propiedad social de los medios de producción, que constituye la riqueza de las personas. El segundo lado seria la autogestión obrera de la propiedad social, que constituye la producción de personas. Y el tercer lado del triángulo se basaría en lo que el autor caracteriza como la producción orientada a satisfacer la necesidades de los otros, lo que constituiría la base de la sociedad solidaria.

En el primer capítulo, dedicado a la propiedad social, el autor se cuestiona acerca de como se produce y a quién pertenece nuestra riqueza social. Partiendo del mismo Adan Smith y de Marx, acierta a proponer que la riqueza en forma de valor de uso es el resultado de la combinación social que supone el trabajo humano combinado con la naturaleza y con los frutos del trabajo precedente, ahí encontraríamos tanto los medios de producción consolidados como el conocimiento generado.

Al preguntarse sobre a quién pertenece la riqueza creada, el autor nos descubre que en el capitalismo nuestra herencia social no nos pertenece. Tomando a Engels y a Marx de la Ideología Alemana, nos asevera que en el capitalismo “ la misma acción del hombre se convierte en un poder extraño que se le opone y lo esclaviza en lugar de ser controlado por él”. Y concluye que toda la riqueza producida por los trabajadores aparece “no como el fruto de su poder cooperativo sino como un poder extraño que existe fuera de ellos.”

Para explicar la razón por la cual resulta tan difícil reconocer la herencia social como fruto colectivo de la clase trabajadora, el autor, siguiendo a Marx, nos propone que es el carácter no obvio, mistificado, de las relaciones de explotación capitalista las que hacen que lo que es fruto del esfuerzo colectivo acumulado aparezca como fruto de la contribución capitalista.

Así pues, como primer lado del triángulo socialista el autor nos plantea la necesidad de recuperar por parte de la colectividad el conjunto de riqueza acumulada que supone nuestra herencia social. Para ello, y en consonancia con la propuesta de Pat Devine ( Democracy and economic planning, 1988), presenta el concepto de “propiedad social de los medios de producción”. Según esta concepción, la propiedad social existe cuando todos aquellos a los que afectan las decisiones sobre el uso de los medios de producción ( trabajadores y comunidades afectadas) están implicados en las decisiones sobre su uso. La propiedad social definida de esta manera supone necesariamente una profunda democracia des de abajo en lugar de un Estado que toma las decisiones y se sitúa por encima de la sociedad.

De este modo, que la propiedad de los medios de producción sea colectiva no asegura que el resultado de su uso beneficie a la colectividad. Las experiencias históricas de los procesos de construcción socialistas nos alertan del peligro de la creación de élites burocráticas i/o técnicas con la capacidad de desarrollar mecanismos de beneficio particulares. Para prevenir y superar este peligro el autor plantea el segundo lado del triángulo: la producción de personas.

Para desarrollar este segundo aspecto de su propuesta socialista, Lebowitz parte de una reflexión en torno al concepto de riqueza en Marx, expone que lejos de la concepción de la Economía Política, el concepto de riqueza en Marx no es un concepto cuantitativo sino cualitativo. El de Tréveris, parte de un ser humano rico en necesidades y, que justamente es en el desarrollo del potencial humano donde se encuentra la verdadera riqueza. Esta concepción de la riqueza contrasta con los resultados que produce el capitalismo. Este sistema, plantea el autor siguiendo a Marx, no solo nos arrebata el fruto de nuestro trabajo sino que nos empobrece también a causa del tipo de personas que genera.

Lebowitz, en contraste con enfoques como los de Amartya Sen, basados en la mejora de las condiciones vitales de las personas a partir de la eliminación de de determinadas barreras, considera que las mejoras vitales no surgen de “regalos que caen del cielo”, sino al contrario, considera fundamental el vinculo entre la práctica y el desarrollo humano. Considera que son las personas quienes se autoproducen sus potencialidades para desarrollar otros actos que reproducirán y expandirán sus capacidades. Como señaló Marx: “cada tipo de consumo produce de una manera o de otra seres humanos en algún aspecto particular”.

Entonces, según el autor, para desarrollar las capacidades de las personas, los productores deben oponerse a la “subordinación esclavizadora del individuo a la división del trabajo, y con ello también a la antítesis entre trabajo intelectual y físico”(Marx, Critica del Programa de Gotha). La cabeza y la mano deben reunificar-se. Para el desarrollo de seres humanos ricos, el obrero deberá ser capaz de poner en acción sus músculos bajo el control de su cerebro. Tomando en consideración las reflexiones de I. Mészáros, esto sólo será posible en una sociedad en la que no exista una estructura de mando alienada que se imponga a los individuos. Tan solo será posible en una sociedad en la cual los “productores asociados” dispongan del control total de sus intercambios productivos y distributivos.

El autor señala que, igual que el concepto de “autogobierno de los productores”, descubierto durante la comuna de París, la autogestión en la producción – proceso de trabajo que se caracteriza por el hecho que las personas actúan ellas mismas para si mismas – es el proceso mediante el cual los productores actúan como sujetos colectivos que se transforman a sí mismos a medida que transforman las circunstancias y se convierten en seres aptos para crear una nueva sociedad.

Así pues, el concepto de producción, más allá de la producción de valores de uso, como una proceso que produce personas y sociedad, se convierte en un eje central del planteamiento de la alternativa socialista de Lebowitz. Según el autor, cada aspecto de la producción debe ser un lugar apto para la toma de decisiones colectivas, y para desarrollar toda una variedad de actividades que desarrollen las capacidades humanas, a la vez que establezcan lazos solidarios entre los productores asociados.

Al respecto, el autor concluye de forma contundente que, si los obreros no asumen en sus manos la gestión de los medios de producción alguien lo hará en su lugar. Esta fue la experiencia de los intentos de construir el socialismo durante el siglo XX, y esas experiencias también nos demuestran que por mucho que se piense que se ha expulsado al capitalismo, cuando la producción no está basada en la gestión obrera, en la relación de producción entre productores asociados, tarde o temprano el capitalismo se presenta de nuevo. En palabras del autor “ primero se cuela por la puerta de atrás, para entrar luego abiertamente por la de delante”.

No obstante, la autogestión obrera desarrollada de forma efectiva, a pesar de ser necesaria, no nos asegura la suficiencia para el desarrollo de la sociedad socialista. Para ello el autor considera imprescindible desarrollar el tercer lado del triángulo: la Sociedad Solidaria.

Para definir el contenido de este tercer lado del triángulo, el autor reflexiona entorno de cuál deber ser el propósito de la actividad productiva. En sus reflexiones desactiva todos aquellos mecanismo distributivos condicionados a las aportaciones particulares, ya sean de carácter individual, a cada cuál según su trabajo, o grupal, como en el caso de las cooperativas. Considera que en ambos casos continua emergiendo el carácter propietarista que condiciona la retribución a la aportación concreta de cada uno, o de cada colectivo. Para el autor, la sociedad solidaria es la base que debe sustentar la actividad productiva que se realiza conscientemente para satisfacer las necesidades de los otros. Para el autor, en la sociedad solidaria se valida el principio de “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.

Una vez concretados los tres lados del triángulo socialista M. Lebowitz nos advierte que éste se trata de un sistema orgánico de reproducción. Así pues sus premisas son el resultado del sistema, y su producto es la propiedad social de los medios de producción, la producción social organizada por los trabajadores, y una orientación solidaria dirigida hacia la satisfacción de las necesidades colectivas. Asimismo la interdependencia entre estos tres elementos específicos sugiere que la realización de un elemento depende de la existencia de los otros dos.

Segunda parte: construyendo el triángulo socialista

Ya de lleno en la segunda parte del libro, surgirán las distintas reflexiones que el autor pone sobre la mesa para presentar como, según él, debe avanzarse en la construcción de la sociedad socialista con el triángulo socialista en su base.

Para abordar esta reflexión parte de la diferencia que existe entre el “devenir” y el “ser” de un sistema orgánico. Para Lebowitz, no podremos entender nunca la concepción del socialismo de Marx sino captamos la diferencia entre el “devenir y el “ser” de un sistema. Es decir la diferencia entre la emergencia histórica de una forma particular de sociedad y la naturaleza de esta sociedad una vez se ha desarrollado a partir de sus propios fundamentos.

Un nuevo sistema no produce nunca sus premisas des del principio. Cuando emerge, hereda necesariamente algunas de su antecesor. Así pues sus premisas y presupuestos son históricos, producidos fuera del sistema. De este modo estos elementos “externos” no pueden convertirse en la base para entender un sistema orgánico en que todos sus elementos coexisten a la vez y se dan apoyo mutuamente.

Tal y como emerge, cada sistema nuevo es inevitablemente defectuoso. En todos sus aspectos, económicos, morales y intelectuales, conserva aún las marcas de la vieja sociedad. Siguiendo a Hegel, “ el nuevo mundo no es una realidad perfecta, lo es tanto como un recién nacido”. El devenir de un sistema consiste precisamente en el proceso de desarrollo que culmina cuando las premisas que dan sentido al nuevo sistema se producen y reproducen a si mismas de forma autónoma y permanente dentro de su nuevo medio.

Sabemos que el avance de las relaciones sociales capitalismo hasta convertirse en un sistema orgánico no fue un camino ni fácil ni evidente. Como destacó Evgeny Peobrazhenky, dos sistemas y dos lógicas no existen simplemente una al lado de la otra. Interactúan, se impregnan. En ausencia de la fuerza pura y simple de las relaciones económicas, el capital utilizó el Estado, como modo de regulación, para obligar a los trabajadores, como diría Marx, “ mediante leyes grotescamente terroristas” “a aceptar la disciplina necesaria para afianzar el sistema de trabajo asalariado”.

M Lebowitz defiende que en el devenir del socialismo, tal y como lo fue en el capitalismo, será imprescindible la capacidad de regulación que se puede ejercer des del Estado. A través de los medios a su alcance, el modo de regulación socialista deberá fomentar las nuevas relaciones que se vayan desarrollando en el seno de los productores asociados. El autor destaca que en este proceso de transformación debe tenerse en cuenta que cualquier Estado será incapaz de generar personas con mentalidad socialista. Según el autor, “las personas sólo pueden transformar tanto las circunstancias como a ellas mismas a través de sus propias actividades mediante organizaciones autónomas, a nivel de barrio, de comunidad y nacional”. Así pues, el papel del estado nunca será dictar desde arriba la naturaleza ni el ritmo del cambio. El estado deberá concentrase, de forma fundamental en generar el marco para que las personas puedan aplicarse en la transformación de las circunstancias y también de ellas mismas. Por ello, para el autor, la combinación de la acción “despótica” del Estado, junto con la creación de instituciones comunales (Consejos obreros y Consejos de barrio) que identifiquen de forma democrática las necesidades colectivas y coordinen la actividad productiva, con el objetivo de satisfacer estas necesidades, representa un aspecto central del sentido común socialista.

El autor pone mucho énfasis en destacar el papel crucial que deben tener los consejos como “células elementales del nuevo estado socialista”. Destaca el carácter autónomo y autogestionado de estas células, hasta el punto en que ya no estarán subordinadas al poder de un Estado que se sitúa por encima de la sociedad. Esas células, se caracterizaran por el fomento de la solidaridad y la cooperación entre sus miembros, y en este sentido señalarán las características del nuevo sistema orgánico socialista.

En este punto del desarrollo argumental de la propuesta, la vocación práctica del autor hace que el mismo escoja un escenario que le permita reflexionar entorno del proceso, y por tanto, las medidas concretas que deberían orientar el devenir del socialismo. De este modo, plantea una hipotética situación en la que se ha escogido un gobierno, por parte de la ciudadanía, que representa a los trabajadores pero donde la correlación de fuerzas todavía favorece al capital. Sin duda, es un escenario que de forma concreta se está desarrollando en aquellos países de América Latina, como Venezuela, en los que distintos gobiernos de base popular intentan avanzar hacia la transformación social. Un primera impresión parecería indicar que quizás este no sea el escenario más adecuado para una realidad como la del Estado Español, pero analizando como se están precipitando los acontecimientos, tanto de descomposición de llamado Régimen del 78, como de cristalización de propuestas políticas de corte popular que parecen recoger el malestar y la indignación de la ciudadanía, tanto a nivel estatal, como en las distintas naciones por ahora incluidas en el estado, como a nivel municipal, un escenario como el que plantea Lebowitz quizás cada vez aparezca como más plausible para nuestro entorno.

Debemos destacar que el autor nos previene del error que supone pretender diseñar esquemas de transformación reproducibles de forma universal. Congruente con el “ni calco ni copia” de José Carlos Mariátegui, y con las precauciones, en esta mismo sentido esgrimidas por Lenin, el autor nos alerta de que no podemos actuar como si existiera un único camino hacia el socialismo, en el sentido que cada situación social debe examinarse de acuerdo con las características específicas que definen a cada país, en cada momento histórico.

Tomando bien presenta la anterior prevención, llegado este momento en el que políticamente es posible legislar en contraposición con los intereses del capital, el autor considera que de forma discriminada y “despótica” se deben plantear una serie de medidas que supongan un proceso de subordinación del capitalismo a la lógica del desarrollo humano. En esta dirección señala medidas de carácter fiscal, como gravar las plusvalías que el capital se asegura a través del control de la herencia social de los seres humanos, como un paso directo en la dirección de garantizar el derecho colectivo a disfrutar y compartir los beneficios producto del cerebro y de la mano sociales.

Como una segunda medida propone la transformación de la jornada laboral. Como parte esencial en la creación de las condiciones para que toda la población pueda desarrollar su potencial y sus capacidades. No se trata, según el autor, de proponer sólo una reducción de la jornada laboral sino que se debe incorporar tiempo para la formación en la gestión obrera. “Cada centro de trabajo deberá convertirse en una escuela de gestión obrera, un lugar donde los trabajadores se transformen a través de la práctica”.

Como tercera medida, se deberán concretar unos niveles de inversión específicos que aseguren una producción mínima en todos aquellos bienes y servicios concretos considerados de primera necesidad.

Estos serian algunos ejemplos de “condicionalidad socialista” que junto con otros muchos, como por ejemplo aumentos del salario mínimo, avanzaran en la dirección del desarrollo humano.

De forma significativa el autor deja para el final el tema de la organización política, indispensable para entablar la batalla de la transformación social. Así pues para evitar que, como suele suceder , este punto se erija como protagonista del debate, el autor lo aborda ciñéndolo sin más, al papel concreto que debe jugar en el proceso.

El autor sostiene pues la necesidad de estructurar un liderazgo político que facilite el avance hacia el socialismo. En palabras de Lebowitz, “obviamente debe ser un liderazgo que cree las condiciones mediante las cuales las personas puedan desarrollar sus capacidades, las condiciones de participación y el protagonismo necesario para asegurar su pleno desarrollo tanto individual como colectivo”. Esto no puede ser tarea para un líder individual. Para ello, El autor plantea la necesidad de un partido, eso si un partido distinto. Que, tal y como señala Marta Harnecker, sea un partido que facilite y no suplante. La relación entre el instrumento político y los movimientos de base, no debe ser una relación jerárquica ni verticalista. Debe existir un proceso de interacción, una dialéctica entre movimiento político y los movimientos populares. En definitiva según el autor el proceso debe avanzar firme sobre estas dos patas.

Par concluir comentar que, desde la modesta opinión del que escribe la reseña, se trata de un libro interesante para todas aquellas personas interesadas en el debate entorno a las alternativas. En este ensayo encontraran una propuesta que parte del instrumental teórico que nos ofrece la lectura de Marx, para, de forma brillante, mostrar cual es el verdadero carácter y funcionamiento del sistema capitalista. Y, de forma congruente con éste análisis, dar los pasos hacia la construcción de la sociedad socialista. En pocas páginas, los lectores podrán apreciar la riqueza y profundidad para la crítica del capitalismo que ofrece el pensamiento de Marx, a la vez que valorar los horizontes de transformación que abre ese sustento teórico. Añadir que, La Alternativa Socialista de M Lebowitz, es un verdadero regalo para todos aquellos que intentamos trabajar pedagógicamente, des de los movimientos políticos y sociales de base, en esta dirección de desvelar para construir.

Reseña en pdf: L’alternativa socialsta.

Fuente: Revista de Economí Crítica

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