«Sobre la actualidad filosófica de Karl Marx»: Wolfgang Fritz Haug
Filosofar no es, para lo que me interesa aquí, la actividad de los especialistas académicos dentro del sistema de la división social del trabajo y su jerarquía. En primer lugar y de entrada entiendo por «filosofar» el momento filosófico en la vida de todas las personas, que se hace tangible en su actitud, su manera de proceder, en una palabra, en ese «código fuente» de la conducta y el pensamiento que la Stoa denominaba hegemonikón y a cuya axiomática en Marx nos aproximaremos aquí. Pero ¿cómo se mide la actualidad de un «código fuente» de la praxis? Empezaré dando un rodeo: cuando la Nueva Gaceta Renana, dirigida por Marx, fue amenazada por el Estado prusiano con el cierre, Marx escribió: «a las intentonas prácticas, aunque sean masivas, se puede responder con cañones cuando son peligrosas, pero las ideas, que vencen nuestra inteligencia, que conquistan nuestras convicciones, que moldean a través de la razón nuestra conciencia, eso son cadenas de las que no nos libramos sin romper nuestro corazón, son demonios que el hombre sólo puede vencer sometiéndose a ellos» (Marx Engels Werke [MEW] I.1/240). El demonio al que se alude aquí es como el demonio de Sócrates. Es el espíritu de la filosofía. El poder que pueden llegar a ejercer incluso sobre individuos pertenecientes a las clases dominantes esas ideas construidas «desde abajo» o en la perspectiva de una auténtica universalidad, lo describió Brecht: «En determinadas épocas las clases pugnan por la dirección de la humanidad y el ansia de contarse entre sus pioneros y adelantarse se impone con mucha fuerza entre los no del todo corrompidos.» (Gesammelte Werke 16, 703). A las ideas que despiertan al demonio socrático en nosotros y que se nos imponen de ese modo, podemos llamarlas ideas actuales (actuantes).
Actualidad viene de actuar. Es la capacidad de influencia, bajo determinadas condiciones, en una situación concreta y en el nivel de las fuerzas productivas intelectuales avanzadas de una época. Se pone de manifiesto cuando uno siente en sí mismo algo de aquel poder. Se percibe cuando se comprueba que esas ideas nos impulsan a decidir. La decisión puede quedarse en mera conciencia crítica, o hacerse práctica, crítica organizada y transformadora. Puede ser una contra-decisión consciente, «reaccionaria», o puede llevar a silenciar la misma pregunta, o a desterrar esa idea y confinarla en el inconsciente. Para aquellos que no están «del todo corrompidos» dicha represión está excluida.
En el plano de los determinantes formativos de un filosofar, lo que llamamos su axiomática, se han dado periódicamente points of no return. Voy a defender la tesis de que Marx ha producido una de esas cesuras, porque las cuestiones suscitadas por los movimientos sociales en el moderno capitalismo, que él articuló científica y políticamente, siguen siendo actuales, hasta tanto permanezcan irresueltas. Más aún: en la manera como Marx elabora sus conceptos para poder articular dichas cuestiones, se despliega un pensamiento que Adorno llamó ultima philosophia, esto es, un pensamiento que no se puede sobrepasar.
Hoy, a nosotros, hijos de la gran decepción del comunismo convertido en Estado, que se reclamaba de Marx –pero también hijos de la gran decepción del neoliberalismo, cuyo fundamentalismo de mercado ha acabado precipitando al mundo entero en la crisis– nos sorprende una y otra vez este pensamiento con «perspectivas desaprovechadas sobre un mundo completamente nuevo», como dijo Rosa Luxemburg. O con «el futuro en el pasado», en palabras de Ernst Bloch. Antonio Gramsci acotó el lugar y la importancia del pensamiento de Marx con una frase que hoy parece una locura, aquella en la que decía que Marx «inaugura intelectualmente una época histórica que probablemente durará siglos» (Cuadernos de la cárcel, 7 # 33). Sartre, por su lado, afirmaba que el pensamiento de Marx era «l’indépassable philosophie de notre temps» (Critique de la raison dialectique, París, 1960, 9). Pero «indépassable», insuperable, no significa que no se pueda retroceder en relación a él. Todo lo contrario. Precisamente el sentido de la filosofía de la praxis de Gramsci era luchar contra ese retroceso en las dos corrientes principales del movimiento obrero internacional, la socialdemócrata y la comunista. Y también era éste el sentido del proyecto de dialéctica de Sartre y de los trabajos de espíritus tan dispares como Maurice Merleau-Ponty, Henri Lefebvre, Louis Althusser o Manuel Sacristán Luzón. No nos detendremos mucho en manifestaciones aisladas de Marx. Vamos a preguntarnos en cambio por el campo axiomático en el que éstas se inscriben. La comprensión de este campo es decisiva si de lo que se trata es de filosofar a partir de Marx.
Traducción de Gustau Muñoz
Wolfgang Fritz Haug es uno de los representantes más destacados del pensamiento marxista en Alemania. Catedrático de Filosofía de la Universidad Libre de Berlín, es autor de numerosas obras, entre las que se cuentanVorlesungen zur Einführung ins «Kapital» [Introducción a la lectura de «El Capital», Materiales, Barcelona, 1978], Pluraler Marxismus, Neue Vorlesungen zur Einführung ins «Kapital», High-Tech Kapitalismus, Kritik der Warenästhetik, Einführung in marxistisches Philosophieren. Destaca su aportación en tanto introductor del pensamiento de Gramsci en el ámbito alemán (ha impulsado la traducción de su obra completa) y, sobre todo, como editor del Historisch-Kritisches Wörterbuch des Marxismus, 7 volúmenes aparecidos hasta ahora. Es director científico del Institut für kritische Theorie (InkriT) de Berlín y editor (con Frigga Haug) de la revista de filosofía y ciencias sociales Das Argument, que ha celebrado recientemente los cincuenta años de publicación ininterrumpida.