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«Los límites del capital en España: Las raíces de la “nueva normalidad”»: Greig Charnock, Thomas Purcell, Ramon Ribera-Fumaz

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Este artículo explora las raíces de la difícil situación actual en el Sur Europeo, donde el crecimiento económico futuro probablemente será débil y acompañado de niveles de desempleo “estructural” masivos, desigualdad creciente y sucesivas crisis de cohesión social y política. Para ello, el artículo toma a España como caso paradigmático de esta “nueva normalidad”, y sostiene que la “racionalidad irracional” de la crisis en el capitalismo puede verse en los sucesivos ciclos de crisis que han resultado en el presente escenario económico catastrófico español, y – a través de la Unión Económica y Monetaria Europea – en la limitación de oportunidades políticas para restablecer el crecimiento más allá que en la subordinación de la reproducción social al poder del dinero y la (cada vez más autoritaria) ley. En este sentido, el artículo se enmarca en análisis diacrónicos basados en la teoría del valor del desarrollo capitalista que trazan la prefiguración de las formas contemporáneas de crisis en la formación y “resolución” de los ciclos precedentes de sobreacumulación y devaluación.

‘Las crisis, podemos concluir, son racionalizadores irracionales de un sistema irracional.’[2]

‘Tenemos un capitalismo rentable con alto desempleo. Es una combinación singular de capitalismo con austeridad que funciona en términos de beneficios pero no restablece crecimiento económico a un nivel que pueda resolver la crisis de la desocupación… Esto es la nueva normalidad [new normal]. [3]

En 2006, en el punto álgido del boom económico, el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, celebró el llamado milagro español: ‘Es difícil’, resumió, ‘encontrar en nuestra historia moderna un período de estabilidad política, crecimiento económico y bienestar social como el que hemos experimentado desde 1986’. ‘No hay duda’, añadió, ‘que España es más moderna, más prospera y está más unida que la España que entró en la Comunidad Europea hace veinte años’.[4] Las palabras de Rodríguez Zapatero estaban sustentadas por una década de alto crecimiento económico, en la cual la economía española creció más rápido que la media de la Unión Europea (EU) y creaba empleo a un ritmo que superaba a cualquier otro país de la UE. Sin embargo, sólo tres años más tarde, España se encontraba sumida en una recesión profunda, la más honda desde la transición democrática a finales de los sesenta.

La explosión de la crisis en 2007 y la subsecuente recesión global, sin lugar a duda, expuso rápidamente las contradicciones de los diez años anteriores de crecimiento económico del milagro español. Un crecimiento construido bajo la expansión de los circuitos ficticios de capital en la Eurozona y el endeudamiento (especialmente privado y con el exterior). Ilustrativo de ello fue cómo en poco tiempo, el déficit fiscal español pasó de un superávit equivalente al 1,9% del producto interno bruto (PIB) en 2007 al déficit de un 11,1% en 2009. De hecho, cuando el gobierno ya no pudo financiar el creciente déficit primario y los bancos eran incapaces de captar fondos suficientes en los mercados internacionales, el milagro español se derrumbó como un castillo de naipes. Caída que se intensificó cuando los bancos, en particular los alemanes y franceses, empezaron a reducir su exposición de pasivos en España y del resto de países con problemas para repatriarlos hacia productos financieros en sus países de origen. [5]

En el momento que escribimos, octubre 2014, parece que según algunos lo peor ya ha pasado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha anunciado que España va a crecer a una tasa del 1,3% del PIB en 2014 y en el 2015 la tasa de crecimiento será superior a la alemana. Para el FMI, esta mejora se apoya ‘tanto por una demanda externa como doméstica que reflejan la mejora de las condiciones financieras y el aumento de la confianza’.[6]

Por su parte, Mariano Rajoy – actual presidente de España – interpreta la “recuperación” por una parte en la “estupenda” fortaleza del sistema bancario español. [7] Solidez facilitada a golpe de talonario del Estado español: desde 2009 el Estado ha canalizado billón tras billón de euros para recapitalizarlo y rescatarlo del colapso. [8] Por la otra parte, debido al conjunto de reformas económicas, financieras y sociales realizadas por su gobierno. Éstas medidas, basadas en políticas de oferta, se han centrado en flexibilizar todavía más el mercado de trabajo, profundizar procesos de liberalización y externalización de servicios públicos, reducir las pensiones y el estado del bienestar. En esta línea, este mismo mes, el Wall Street Journal ha loado España como el gran ejemplo a seguir en Europa: ‘podría ser conveniente que los vecinos de España intentaran el mismo tipo de reformas basadas en la oferta… para [obtener] un buen resultado’. [9]

Sin embargo, y en contraposición a estas visiones, España permanece inmersa en una crisis donde las devaluaciones de capital y trabajo han tenido un impacto devastador en la sociedad y, en particular, en la capacidad de la clase trabajadora para garantizarse los medios de su propia reproducción. Por ejemplo, el impacto en la provisión de vivienda ha sido especialmente severo aunque lógico, dado el papel que la deuda hipotecaria ha jugado en la expansión del consumo durante los años del boom. Entre los años 2008 y 2012 se produjeron 172.000 desahucios por falta de pago hipotecario y 178.000 casos continúan en consideración en los juzgados [10], mientras que la tasa media de órdenes judiciales de desahucio en 2013 fue de 184 al día. [11} Pero posiblemente el indicador más trágico de la profundidad y de los costes humanos de la crisis ha sido el dramático aumento del desempleo. En abril del 2013 el desempleo en España alcanzó su récord histórico: más de 6,2 millones de parados, es decir, más del 27% de la población en edad de trabajar; y lo que es más trágico aún, con unos niveles de desempleo juvenil que alcanzaban un 57%. [12] Y es que a medida que la crisis ha ido avanzando, la destrucción de empleo ha aumentado. En primer lugar, el paro afectó especialmente a los trabajadores jóvenes con contratos temporales que trabajaban en los sectores de la construcción y servicios – muchos de ellos inmigrantes. Sin embargo, debido a la extensión de la crisis, la destrucción de empleo se ha expandido hacia sectores con trabajadores más cualificados y con contratos indefinidos, ya sea en el corazón del sector público o el industrial. Incluso en el sector turístico, donde el número de visitas a España no ha parado de crecer desde 2008, el número de empleos en el sector ha disminuido anualmente hasta 2014. [13]

Artículo completo en pdf: «Los límites del capital en España: Las raíces de la “nueva normalidad”»: Greig Charnock, Thomas Purcell, Ramon Ribera-Fumaz

Ver también “The Limits to Capital in Spain: Crisis and Revolt in the European South”: Greig Charnock, Thomas Purcell, Ramon Ribera-Fumaz

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