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«La categoría trabajo en Lukács: Implicancias y fundamentos ontológicos del ser social»: Manuel W. Mallardi

Modern_Times_p_7--644x440Introducción

La obra del pensador húngaro Lukács (1985-1971) es heterogénea y diferenciada a partir de las distintas áreas del conocimiento en la cual ha participado como un protagonista activo, pero también por la maduración y desarrollo de sus posturas teórico-metodológicas. Así, sus aportes a los campos de la teoría literaria, la política y la filosofía han estado notablemente mediatizados por los eventos histórico-políticos de los cuales ha sido un protagonista activo. Ejemplo de ello lo constituye la producción desarrollada durante el periodo comprendido entre los años ‘30 y finales de los ’50, en la cual desarrolla un duro combate, por un lado, contra el dogmatismo del marxismo oficial del período estalinista, mientras que, por el otro, se opone a las tendencias tanto positivistas como irracionalistas imperantes en la filosofía occidental (Netto, 2004; Infranca, 2005; Lessa, 1999).

Es importante mencionar que si bien la obra lukacsiana es muy amplia, iniciándose en el campo de la teoría literaria para direccionarse al campo de la filosofía, las obras que acaparan la atención en occidente son Historia y Conciencia de Clase, presentada en el año 1923 y Ontología del Ser Social publicada póstumamente en el año 1984, aunque textos como El asalto a la razón (1954) y Estética (1963) son fundamentales para comprender sus aportes al pensamiento del siglo XX.

De los diversos temas abordados por el autor, en el presente texto se profundiza en aquellos ejes que permiten realizar una aproximación a la categoría trabajo en sus dimensiones ontológicas. El tratamiento dado por el autor a un aspecto central como el trabajo, ha estado, consecuentemente, influenciado por los cambios arriba mencionados, pero nunca ha dejado de ser una de sus preocupaciones centrales. Al respecto, en el presente texto, se sigue la hipótesis de lectura propuesta por Infranca (2005; 2007) de las dos obras fundamentales del pensador húngaro: Historia y Conciencia de Clase y Ontología del ser social. Infranca sostiene que mientras que en el texto de la vejez, el trato dado al trabajo es eminentemente ontológico, a fin de elucidarlo como fundamento y esencia de toda praxis social, en el texto de la juventud, Historia y Conciencia de Clase, el tratamiento otorgado es particularmente fenomenológico, tratando de aproximarse a las características del trabajo en el contexto capitalista.

Esta aproximación no desconoce las diferencias entre las obras lukacsianas, sino que trata de recuperar sus aportes para comprender la relación entre el misterio de la mercancía, analizado en la década del veinte, con la verdadera y originaria esencia del proceso productivo, cuestión central en la madurez de Lukács.

La hipótesis de Infranca sostiene que el estudio del fenómeno de la reificación realizado en la obra de juventud nos permite comprender las implicancias que la sociabilidad capitalista tiene, sus consecuencias y su extensión a la totalidad de la reproducción social. Comprender este proceso exige analizar la importancia que la mercancía adquiere en el modo de producción capitalista, y, principalmente, la mercantilización de la fuerza de trabajo.

Estos aportes muestran la forma de ser del trabajo en una sociedad particular, pero su crítica requiere una postura ontológica que brinde sustento al planteo de una necesidad de superación de las relaciones sociales actuales. Es decir, comprender que el presente no es el destino insuperable debe poder articular analíticamente el hoy con el ayer y el mañana. Saber que el trabajo no siempre se presentó de la manera predominante en el capitalismo y conocer elementos que trascienden a un modo de producción particular son elementos que permiten fundamentar una crítica orientada hacia un futuro distinto.

En esto sentido, los aportes de la ontología son fundamentales, pues recuperan, los elementos que vinculan al trabajo como fundamento del ser social. Por ello, la crítica no está destinada al trabajo en general, sino a la forma de expresarse en la sociedad capitalista en particular.

Trabajo y ser social: principales aspectos ontológicos

La discusión acerca de los fundamentos, particularidades y modalidades en las que se expresa el trabajo en el marco de las relaciones sociales ha ocupado la atención de la literatura de la teoría social. Asistimos en los últimos años a un aumento de posturas teórico-metodológicas que sostienen la necesidad de superar la categoría trabajo al analizar los aspectos fundamentales de nuestra sociedad. Asimismo, entre quienes siguen sosteniendo la centralidad de dicha categoría existen diferencias en apreciaciones acerca de sus implicancias (Cf. Neffa, 2003, de la Garza Toledo y Neffa, 2001 y Lessa 2007).

No es la intención de este apartado avanzar en las discusiones que derivan de las posiciones arriba señaladas, sino, ubicándonos en la tendencia que sostiene la vigencia de la relevancia del trabajo en la sociedad actual, procurar identificar sus elementos fundamentales a partir de los planteos teóricos del pensador húngaro Lukács. Sin embargo, considerando que se trata de un pensador heredero del pensamiento marxiano, se recurren a los principales aportes de Marx al respecto, en tanto constituyen la base y esencia de la producción teórica de Lukács.

Avanzando en la identificación de los aspectos esenciales del trabajo, lo cual implica trascender su particularidad en el modo de producción capitalista, Marx afirma que se trata de un proceso entre el hombre y la naturaleza, delineando ya una clara divisoria entre distintas relaciones sociales existentes con aquello que denomina propiamente trabajo. Para el autor implica un momento donde el hombre hace uso de su mente y sus fuerzas para apoderarse de la naturaleza y producir bienes de usos necesarios para su reproducción (Marx, 2009).

En este proceso de producción, el autor atribuye una centralidad fundamental a la conciencia del hombre, en tanto posee la capacidad de definir idealmente el resultado al que quiere arribar mediante el desarrollo del proceso de trabajo. Diferencia substancial del hombre con los animales, es mediante esta construcción ideal que el hombre determina las acciones necesarias que dan particularidad al proceso.

La finalidad trata de la prefiguración del trabajador de los resultados de sus acciones, por lo cual su trabajo se encuentra teleológicamente direccionado, es decir hay una relación entre la finalidad y la objetivación mediante las elecciones que efectúa el trabajador para alcanzar a la primera, evaluando la pertinencia o utilidad en el proceso.

Estos aspectos del pensamiento marxiano son recogidos por Lukács y profundizados en su obra tardía, principalmente en la Ontología del ser social. En este texto se identifican los elementos que caracterizan al proceso de trabajo y se profundiza su explicación para luego volver a la síntesis general del proceso y captar sus determinaciones y mediaciones generales, para concluir atribuyéndole el carácter de fundamento ontológico del ser social.

En este proceso explicativo Lukács desarrolla argumentos acerca de la necesidad de recuperar los fundamentos teórico-metodológicos marxianos, en la medida que éstos permiten captar las múltiples determinaciones del objeto, como así también, y por ello mismo, aproximarnos al ser social como un complejo histórico y concebido como una totalidad real. Esta postura aproximativa permite visualizar y afirmar la preeminencia ontológica del trabajo en la constitución del ser social. Al respecto Lukács afirma “solo el trabajo posee, de acuerdo con su esencia ontológica, un carácter expresamente transicional: es, según su esencia, una interrelación entre el hombre (sociedad) y la naturaleza y, por cierto, tanto con la inorgánica (herramientas, materia prima, objeto de trabajo, etc.) como con la orgánica” (Lukács, 2004: 58).

Infranca (2005) explica que para Lukács el hombre con el trabajo, en cuanto principio del hombre como individuo y como ser social, ha puesto en movimiento una serie causal que produjo el pasaje desde lo animal a lo humano. El ser social, autor del acto de trabajo, por ese mismo acto dio inicio a un proceso histórico que si bien ha negado su origen, conserva sus elementos fundamentales. Por ello, el hombre mediante el trabajo produjo la transformación de su animalidad en una nueva esencia, la humanidad.

Mediante el trabajo el ser social crea continuamente novedades objetivas y subjetivas; por eso condiciones reproductivas son completamente distintas de aquellas naturalmente existentes antes de iniciado el proceso. Como consecuencia, el trabajo se considera protoforma de la actividad humana y como modelo de toda práctica social, ya que sus productos, históricos y sociales, hasta entonces eran inexistentes (Costa, 2007).

Se trata del salto ontológico fundante del ser social mediante el cual el hombre supera su animalidad, en tanto es mediante el trabajo que se extrae la existencia humana de las determinaciones meramente biológicas, donde categoría fundante no significa cronológicamente anterior, sino portador de determinaciones esenciales del ser social (Lessa, 2002). En otra obra el autor lukacsiano sostiene que el trabajo es la categoría fundante del mundo de los hombres porque, por un lado, implica la producción de los medios de producción y de subsistencia sin los cuales ninguna vida social podría existir, y, por el otro, al transformar el mundo natural, los seres humanos también transforman su propia naturaleza, en sus aspectos objetivos y subjetivos (Lessa, 2007).

A partir de colocar al trabajo en esta posición ontológica, los planteos del autor húngaro van en la búsqueda de precisar sus implicancias en tanto complejo social que participa en las relaciones sociales. En esta búsqueda se avanza a la identificación de los aspectos esenciales que lo caracterizan, que le dan sentido y lo diferencian de otros complejos, de los cuales se constituye en fundamento. Es decir, a partir de hacer una exhaustiva reflexión sobre las particularidades del trabajo, el autor concluye que sus aspectos fundamentales son la base de otros complejos sociales, de otras relaciones sociales.

La interacción adaptativa con la naturaleza, como en el caso de la mayoría de los animales, es superada por el proceso de trabajo, en el cual el hombre elabora en la consciencia aquello que después procurará transformar en la naturaleza (Lukács, 2004, Lessa, 2007).

En este sentido, recuperando los planteos marxianos arriba señalados, profundiza en el papel que tiene la conciencia del ser social en el proceso de trabajo, en tanto ésta posee la capacidad de establecer previamente las finalidades a las que se pretende alcanzar. La importancia de la posición teleológica en este proceso radica en que la conciencia deja de ser un epifenómeno y adquiere una participación central en el proceso. Afirma Lukács que “solo en el trabajo, en la posición del fin y de sus medios, consigue la conciencia, a través de un acto conducido por ella misma, mediante la posición teleológica, ir más allá de la mera adaptación al ambiente -en la que se incluyen también aquellas actividades de los animales que transforman la naturaleza objetivamente, de manera involuntaria-, y consumar en la propia naturaleza cambios que para ella resultaban imposibles e incluso impensables” (Lukács, 2004: 80).

Para el autor, la teleología implica un proceso donde la conciencia establece fines, proceso que se inicia precisamente en la situación concreta que es reconstruida por esa misma conciencia. No se trata de la supremacía de dimensiones subjetivas por sobre las objetivas, sino la articulación de las primeras a partir de necesidades que interpelan al sujeto en su totalidad y hacen necesario un proceso donde él se objetive para resolverlo.1

La importancia identificada de la teleología en el proceso de trabajo no implica una valorización diferente en otras instancias, en otros procesos, sino una exclusividad ontológica y fundamental. 2 La teleología sólo está presente en el trabajo del ser social, y en las demás relaciones que se fundan en él.

Como se mencionó, la teleología no es una cuestión a-histórica, sino que remite a determinantes que le otorgan un significado social e histórico como así también establece un continuum futuro de vinculación del hombre con el entorno a fin de hacer efectivo y objetivo el fin puesto. Determinantes históricos pasados y presentes y posibilidades de articulación para efectivizar la teleología constituyen el proceso de trabajo, con lógica y particularidad establecida tanto por las condiciones objetivas como por las posibilidades subjetivas de quien pone los fines. En este punto, Lukács expresa que “la necesidad material, en cuanto motor del proceso de reproducción individual y social, es la que realmente pone en movimiento el complejo de trabajo, y todas las mediaciones, de acuerdo con el ser, están presentes solo para satisfacer dicha necesidad” (Lukács, 2004b: 39). 3

Es la particularidad abstracta de la previa-ideación la que permite precisamente realizar la función orientadora y regente del proceso de trabajo, pues por ser abstracta, material y real, la previa-ideación es el momento en que los hombres confrontan el pasado, presente y futuro y establecen teleológica, ideal y anticipadamente los resultados de su praxis (Lessa, 2009).

Analizando el proceso de trabajo Infranca (2005) escribe que el fin puesto en el trabajo se constituye en el momento donde lo ideal determina la serie causal fundamental para transformar la realidad socio-material.

Profundizando la reflexión en estos momentos, se aprecian aspectos sustanciales sobre la relación del hombre con la naturaleza y las posibilidades de apropiarse intelectualmente el primero de la segunda. Sostiene Lukács (2004) que la reconstrucción de los medios para la realización del fin puesto mediante procesos de indagación e investigación debe permitir visualizar, aquellas objetividades y procesos cuya puesta en marcha está en condiciones de realizar el fin puesto.

De este modo, la investigación permite reconstruir o reflejar lo mejor posible la realidad, como así también los medios, sus posibles combinaciones, lo cual posibilita la intervención del hombre en la naturaleza, trastocando la causalidad natural mediante la imposición de una nueva causalidad, ahora teleológicamente puesta. Se trata de un proceso en donde las cadenas causales infinitas propias de la realidad son delimitadas por la conciencia a partir de horizontes concretos y particulares (Cfr. Tertulían, 2007).

La realidad es interpelada por las alternativas elegidas, donde, como se planteo, la causalidad natural cede paso a la causalidad puesta, produciendo el surgimiento de una objetividad totalmente nueva. Tensión entre el ser y el deber ser mediada por el correcto reflejo del primero y la teleología que establece el segundo. La relación dialéctica es reforzada por el autor cuando sostiene que las alternativas orientadas al trabajo siempre encauzan hacia una decisión bajo circunstancias concretas, provocando que las necesidades determinen la estructura del proyecto, la elección y agrupación de los puntos de vista, junto con la tentativa para reflejar correctamente las relaciones de causalidad para la realización.

Esta discusión remite a los planteos sobre las decisiones del ser social en la elección de las alternativas, los grados de libertar y las tensiones entre lo correcto y lo incorrecto. En el proceso de trabajo, donde aspectos subjetivos y objetivos se modifican dialécticamente, el ser social modifica la naturaleza a partir de la incorporación de causalidades puestas por su teleología, mientras que, paralelamente, al desarrollar ese proceso el hombre incorpora nuevas mediaciones, miradas, reconstrucciones sobre la realidad y su intervención que lo modifican a él. No es el mismo ser el que ingresa al proceso de trabajo del que concluye, el carácter histórico adquiere una particularidad esencial en este momento.

El dominio necesario de la conciencia sobre el instinto en cada proceso de trabajo hace que el hombre reflexione sobre cada situación, sobre sus determinaciones y mediaciones, como así también sobre las posibilidades objetivas de intervenir sobre éstas, lo cual hace que continuamente incorpore para si y para la sociedad nuevos conocimientos que permiten avanzar a mayor niveles de comprensión sobre lo real. Las posiciones adaptativas pasivas ceden lugar a las activas, pues la conciencia adquiere la capacidad de orientar todo el proceso entre el hombre y la naturaleza.

Es a partir del proceso de reconstrucción de la realidad por parte del ser social, la selección de alternativas y la previa-ideación de la finalidad que se quiere alcanzar que el ser social desarrolla el proceso de objetivación-exteriorización, proceso mediante el cual se transforma simultáneamente la naturaleza y el ser social que establece la causalidad puesta.

La objetivación constituye el momento en el cual la teleología se realiza en causalidad puesta, en tanto articula la idealidad de la teleología con la materialidad de lo real. El fin puesto se convierte en un elemento fundamental de la realidad al definir la serie causal de las determinaciones del ser. En este proceso de objetivación si bien la teleología y la causalidad adquieren una relación fundamental y dialéctica, no pierden sus respectivas esencias por las cuales son ontológicamente distintas (Lessa, 2002; Infranca, 2005).

Mediante la objetivación el hombre transforma el mundo que lo rodea, por lo cual es mediante este proceso que se constituye en el mundo de los hombres (Lessa, 2002). El retorno del producto objetivado hacia su creador, en cambio, se denomina exteriorización, y corresponde al momento en donde la subjetividad del individuo es modificada a partir de la nueva objetividad por él mismo creada, ya ontológicamente distinta a la previa-ideación.

La exteriorización constituye en Lukács una consecuencia necesaria del proceso de trabajo, en tanto se trata de una relación recíproca entre hombre y naturaleza. Afirma el pensador húngaro “esta transformación del sujeto que trabajó –la autentica hominización del hombre– es la consecuencia necesaria, de acuerdo con el ser, de este objetivo ser-precisamente-así del trabajo” (Lukács, 2004: 99). 4

Como se aprecia, objetivación y exteriorización son momentos distintos aunque regidos por una misma lógica que les otorga direccionalidad y significado, en tanto pertenecen al proceso de trabajo surgido por la necesidad, social e histórica, que motivo la previa-ideación. Se trata de instancias en donde la diferenciación sujeto-objeto cobra absoluta relevancia no sólo por la distinción ontológica, sino también por las implicancias que una genera sobre la otra y viceversa.

La exteriorización es el momento del trabajo por el cual el ser social se confronta con la realidad y a partir de ella modifica las reconstrucciones hasta entonces elaboradas. Su subjetividad es confrontada con la objetividad y, por medio de esta confrontación, puede verificar la validez de aquello que conoce y la pertinencia de sus habilidades, como así también desarrollar nuevos conocimientos y habilidades que no poseía anteriormente. En la perspectiva lukacsiana, entonces, la exteriorización es el momento de transformación de la subjetividad que se produce a partir de la transformación de la causalidad, la objetivación (Lessa, 2007).

De esta manera podemos observar como en el proceso del complejo objetivación-exteriorización el hombre al transformar mediante el proceso de trabajo a la naturaleza, se transforma a sí mismo, por lo cual la consciencia domina al instinto. Mediante la posición teleológica, la conciencia pasa a ocupar un rol activo en la transformación del mundo y en la determinación de la actividad hacia el entorno, por lo cual ésta no puede ser pensada como mero reflejo o reproducción mecánica de la realidad. Claramente se observa la capacidad del individuo de constituirse en ser social y desarrollar un proceso histórico como protagonista absoluto de las relaciones sociales que lo involucran, proceso que supone una creciente negación del ser-en-si, pues en cada acto de trabajo el ser social transforma el mundo de los hombres y se transforma a si mismo.

Consideraciones finales

En las páginas anteriores se ha procurado realizar una síntesis de los principales elementos que definen, según los aportes de Lukács, al trabajo como fundamento del ser social. La obra tardía del pensador húngaro, escasamente explorada, permite realizar una aproximación a los elementos constitutivos del proceso donde la animalidad es superada por la preeminencia de la conciencia del ser humano y su capacidad teleológica.

La sociedad actual se caracteriza por el predomino del formas de trabajo donde estos procesos esenciales se encuentran alterados, alienados. La posición teleológica ya no es una capacidad del ser social trabajador sino de aquel que contrata su fuerza de trabajo y, como consecuencia, ya no se trata de la producción de bienes de uso para satisfacer necesidades vitales para la reproducción, sino la producción de bienes de cambio.

Esta tendencia contemporánea del trabajo aparece como el horizonte de las relaciones sociales, negando toda posibilidad de comprender su significado social e histórico. En este marco, los aportes de Lukács adquieren fundamental relevancia, brindándonos elementos y categorías relevantes para desnaturalizar y romper la apariencia mistificada de la sociabilidad capitalista.

Finalmente, cabe mencionar que comprender el proceso de trabajo en los aspectos ontológicos del ser social, el papel atribuido a la conciencia, la distinción entre causalidad y causalidad puesta y entre objetivación y exteriorización, adquiere relevancia, además, para problematizar la vida cotidiana y la reproducción social pues, como afirma el pensador húngaro, el trabajo es el complejo social que se constituye en fundamento de la totalidad de las prácticas humanas.

*Texto publicado originalmente en Trabajo y Sociedad, Núm. 21, 2013

Notas

* Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Becario Posdoctoral del CONICET en el CEIPIL Investigador del Centro de Estudios en Problemáticas Internacionales y Locales (CEIPIL) y docente de la Carrera de Trabajo Social , Facultad de Ciencias Humanas , Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

1 Igualmente Antunes afirma que “el trabajo es, en consecuencia, el resultado de la posición teleológica que (previamente) el ser social ha ideado en su conciencia, fenómeno éste que no está esencialmente presente en el ser biológico de los animales” (2005: 128). Luego agrega la “relación de reciprocidad entre teleología y causalidad tiene su esencia dada por la realización material de una idealidad puesta; un fin previamente ideado transforma la realidad material introduciéndole algo cualitativa y radicalmente nuevo con relación a la naturaleza” (2005: 130).

2 Esta exclusividad ontológica de la teleología al trabajo es reafirmada por Tertulian quien sostiene que “señalando en la ‘posición teleológica’ la célula generadora (el Urphänomen, el fenómeno originario) de la vida social, y en la proliferación de ‘posiciones teleológicas’ el contenido dinámico de esta vida, Lukács vuelve imposible la confusión entre la vida de la naturaleza y la vida de la sociedad: la causalidad espontánea, por definición no teleológica prima en la primera, mientras que la segunda está constituida por los actos finalistas de los individuos” (Tertulian, 2007: 111).

3 Lessa refuerza esta postura en tanto que “la previa ideación es siempre una respuesta, entre otras posibles, a una necesidad concreta. Por lo tanto, ella posee un fundamento material último que no puede ser ignorado: ninguna previa ideación brota de la nada, ella es siempre una respuesta a una determinada necesidad que surge en una determinada situación. Ella es siempre determinada por la historia humana” (Lessa, 2000). En igual línea, Antunes afirma que aquí subyace una contradicción del proceso social: “formular teleologías sobre las alternativas permitidas por la realidad – cuyo movimiento es resultado de causalidades presentes en esa misma realidad y que fueron puestas por el conjunto de los actos humanos precedentes –, lo que restringe y limita las posibilidades y alternativas de la acción teleológica” (Antunes, 2003:123).

4 En este aspecto es válido el aporte de Infranca cuando sostiene que “si es cierto que no hay especie animal que sea capaz de repetir lo que puede hacer el trabajo humano, es también verdadero que el tipo humano que por primera vez puso en acto el proceso de trabajo ha sido borrado por este mismo proceso, porque ha sido modificado. La dimensión originaria del hombre ha sido borrada por obra del hombre mismo y a través del trabajo y de su producto más auténtico, esto es, el ser social” (Infranca, 2005: 68).

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Fuente: Marx desde cero

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