«Sánchez Vázquez y su interpretación de las Tesis sobre Feuerbach»: Stefan Gandler
Adolfo Sánchez Vázquez, en su obra Filosofía de la praxis, nos presenta en un pasaje preliminar del capítulo sobre las Tesis sobre Feuerbach sus puntos decisivos: «Marx formula en sus Tesis sobre Feuerbach una concepción de la objetividad, fundada en la praxis, y define su filosofía como la filosofía de la transformación del mundo». 2 Estos dos aspectos no pueden ser separados. El mundo material solamente puede ser concebido junto con el concepto de su transformación.
Cuando Marx pone en el centro de todas las relaciones humanas a la actividad práctica, transformadora del mundo, no puede quedarse sin consecuencias graves el terreno del conocimiento.
La relación praxis-conocimiento se presenta de tres maneras en las Tesis:
— La praxis como fundamento del conocimiento (Tesis 1 sobre
Feuerbach).
— La praxis como criterio del conocimiento (Tesis 2 sobre Feuerbach).
— La praxis como fin del conocimiento.
«La intervención de la praxis en el proceso de conocimiento lleva a superar la antítesis entre idealismo y materialismo», es decir «entre la concepción del conocimiento como conocimiento de objetos producidos o creados por la conciencia y la concepción que ven en él una mera reproducción ideal de objetos en sí». Hay que ir más allá de las dos posiciones: ni se puede permanecer en una teoría idealista de conocimiento, ni en una «teoría realista como la del materialismo tradicional que no es sino un desenvolvimiento del punto de vista del realismo ingenuo «.
Sánchez Vázquez señala en este lugar que distintos intérpretes de Marx sacan diferentes conclusiones de la introducción de la noción de praxis al problema del conocimiento; menciona al respecto tres posiciones:
la. posición: […] el hecho de que la praxis sea un factor en nuestro conocimiento no significa que no conozcamos cosas en sí.
2a. posición: […] la aceptación de este papel decisivo de la praxis entraña que no conocemos lo que las cosas son en sí mismas, al margen de su relación con el hombre, sino cosas humanizadas por
la praxis e integradas, gracias a ella, en un mundo humano (punto de vista de Gramsci).
3a. posición: […] se sostiene acertadamente que sin la praxis como creación de la realidad humana-social no es posible el conocimiento de la realidad misma (posición de K. Kosik).
La diferencia entre las posiciones 2a. y 3a. aquí no es inmediatamente obvia. A partir del conjunto de la Filosofía de la praxis se puede esbozar a grandes rasgos la diferencia de las tres posiciones entre sí, así como respecto de la valoración de Sánchez Vázquez. Mientras la posición la. por cierto admite pero subestima la relevancia gnoeseológica de la praxis humana, la posición 2a. va en contrasentido y da a la praxis humana una relevancia tal que fuera de ella ya no existe ninguna realidad. (Esta posición de Gramsci la llama Sánchez Vázquez, en otro lugar, con las palabras del propio Gramsci, «inmanentismo absoluto», «historicismo absoluto» y «humanismo absoluto».
La tercera posición aprecia igualmente como la segunda, la relevancia gnoseológica de la praxis como insustituible; pero a diferencia de la 2a. no hace de esto una afirmación ontológica y tiene así una posición en común que reconoce la primacía del objeto.
En lo subsiguiente nuestro autor tendrá que explicar por qué es la tercera posición aquella que considera «acertada». Regresa con este fin al texto original de Marx para tratar de averiguar su «verdadero sentido». Un texto que se le presenta originalmente problemático por las distintas interpretaciones y hasta contradictorias a las cuales da lugar.’
Seguimos ahora a Sánchez Vázquez en el detalle de las Tesis sobre Feuerbach, en el que intenta sondear los tres aspectos mencionados: la praxis como fundamento, como criterio de verdad y como fin del conocimiento.
Gabriel Vargas Lozano. Editor. En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez (Filosofía, Ética, Estética y Política). México: Facultad de Filosofía y Letras. UNAM, 1995
El mismo marco de la discusión es errado. Desde un marxismo hegeliano, histórico-materialistamente consecuente, es un sin sentido seguir preguntándose por «las cosas en sí». La realidad material existe independientemente de nuestra conciencia y nuestra voluntad de seres sociales. Pero la misma -y esto es fundamental-, no es una realidad de «cosas» con «propiedades inherentes» (a la Aristóteles). Antes bien:
(i) Lo real es dinámico en varios sentidos. Este es el significado de las leyes de movimiento de los distintos modos de producción que han existido en la historia (la TDTMG para el mpc según Marx, la ley de la tasa decreciente de la renta para el mpf según Guy Bois). Y éste es también el significado de los «ciclos de lucha de clases», los cuales se vinculan con las leyes de movimiento de los modos de producción, pero que no son iguales a éstos últimos (poseen cierta autonomía relativa, como señaló Joachim Hirsch en cierto momento)
(ii) Y estas dinámicas existen por las relaciones específicas entre puntos de acción de diferentes (posiciones). Que estas relaciones entre las diferentes posiciones cristalicen y sean determinadas en «objetos», no significa que sean estos «objetos» (en sí y por sí mismos) los que expliquen las mismas relaciones. Antes bien, estas «determinaciones» (objetos), son formas de aparecer necesarias de las mismas relaciones constitutivas, formas de aparecer que sobredeterminan y modifican parcialmente estas mismas relaciones (en base a la unidad dialéctica entre forma y contenido).
Todo lo anterior no niega el papel de la práctica en la constitución de la realidad material (social y natural). Tampoco niega la política. El ser social humano es parte de esta realidad, como lo es también su conciencia. Es una diferenciación natural más (aunque algo más especial).
Así, existen diferentes niveles de práctica:
a) La práctica propia del trabajo fundado en unas relaciones de producción explotadoras (al menos bajo los modos de producción que han existido hasta este momento). Esta práctica «transforma el mundo» y es «criterio de conocimiento». Expresa la lucha de clases inherente a todo modo de producción, a las leyes de movimiento que le son inherentes. En este sentido es contradictoria, pero al final «transforma el mundo» manteniendo el dominio y la explotación propio de la clase propietaria y poseedora de los medios de producción, distribución y circulación.
b) La práctica propia de los «ciclos de lucha de clases», que expresan su fundamento en «a», pero también que a la vez son relativamente autónomos (la lucha de clases de segundo nivel de Hirsch). En esta práctica cabe la distinción triple entre horizonte, estrategia y táctica.
Tanto «a» como «b» son independientes de los individuos y su conciencia-voluntad. Las clases (en un sentido marxista) expresan «a» y «b». Fracciones y capas de clase pueden influir (incluso concientemente) en «a» y «b». Organizaciones políticas influyen en «b». Sin embargo, tanto en «a» como en «b» existe un grado no menor de independencia de estas dinámicas (las leyes de movimiento y la lucha de clases de segundo nivel que se derivan de relaciones entre posiciones específicas), con respecto a fracciones clasistas organizaciones políticas. Éste, de hecho, es el sentido de las tesis de Lenin y Trotsky, quienes afirmaron correctamente que la movilización de masas es un «factor objetivo», y que la toma del poder que expresa la palanca estatal sólo es viable ante la existencia de una «crisis nacional objetiva».
Por todo esto, que el criterio de validez sea la «práctica», no nos debe llevar a considerar que la misma es igual a la «acción individual» o a la «táctica». Que el criterio de validez sea la práctica, implica reconocer la «unidad entre horizonte y estrategia» (unidad no es lo mismo que homogeneidad), así como la relativa autonomía de la táctica (pero su determinación en última instancia por el horizonte-estrategia. Asimismo, implica reconocer lo determinante de «a» y «b», por tanto la necesidad (subrayada por Lenin y Trotsky) de un análisis objetivo riguroso a la hora de «actuar para transformar».