«Adolfo Sánchez Vázquez: Biografía intelectual»: Ramón Vargas Machuca
Adolfo Sánchez Vázquez nace en Algeciras, en el año 1915, pero a una edad temprana su familia traslada su residencia a Málaga. Su interés primero se centra en la poesía y de ella emerge su posterior dedicación intelectual. Sus primeros pasos en este campo, al comienzo de los años treintas, los da de la mano de Emilio Prados. Posteriormente, inicia sus estudios de filosofía y letras en la Universidad Central de Madrid. Él mismo describe, muchos años después, cuál era el clima intelectual que se respiraba en aquella facultad:
La Facultad de Filosofía y Letras, orgullo de la política cultural de la República, era tanto por el pensamiento que la inspiraba como la influencia que ejercía en sus aulas, la Facultad de José Ortega y Gasset. En ella se cristalizaba su idea de la misión de la Universidad y, en cierto modo, se transparentaba su visión elitista de España y de la sociedad. Características de la Facultad eran su alto nivel académico, introducción de nuevos métodos de enseñanza, la voluntariedad de la asistencia a los cursos, la eliminación de los exámenes de asignaturas y, sobre todo, una implacable selección del alumnado […] Yo estudiaba con ahínco los cursos que había escogido, pero aunque satisfecho académicamente, dado el buen nivel en que se daban, me sentía extraño ideológicamente pues nada encontraba en ellos que remotamente se abriera al marxismo. Incluso el curso de lógica del socialista Besteiro, a la sazón presidente de las Cortes, era lo más ajeno a él. Mi marxismo seguía siendo, por tanto, el de un autodidacta y se desarrollaba, casi exclusivamente, fuera de la Universidad en un plano político militante».
Ahí se incorpora a algunas de las tertulias literarias y entabla relación con los jóvenes escritores de la época y con otros más consagrados como Alberti, Sender, Neruda. Envía colaboraciones a la revista Octubre, fundada por Alberti, y dirige la revista Sur en Málaga. Antes de comenzar la guerra escribe, ya, un conjunto de poemas titulado El pulso ardiendo, que se publican en México, en 1942.
Sin duda, como aconteció a tantos otros jóvenes intelectuales, la República y la Guerra civil vivida del lado de los intelectuales progresistas comprometidos con la defensa y profundización de aquel proyecto de transformación de España determinaron, definitivamente, la trayectoria vital e intelectual de aquel joven revolucionario que había hecho la guerra con los que fueron finalmente vencidos. La experiencia posterior de exilio que le conduce a México y la conciencia cruda de su significado permanecen indelebles en la trayectoria y memorias del filósofo Sánchez Vázquez, como él mismo se ha encargado más de una vez de recordarnos:
«El exiliado descubre con estupor primero, con dolor después, con cierta ironía más tarde, en el momento mismo en que objetivamente ha terminado su exilio, que el tiempo no ha pasado impunemente, y que tanto si vuelve como si no vuelve, jamás dejará de ser un exiliado. Puede volver, pero una nueva nostalgia y una nueva idealización se adueñará de él. Puede quedarse, pero jamás podrá renunciar al pasado que lo trajo aquí y sin el futuro ahora con el que soñó tantos años.
Al cabo del largo periplo del exilio, escindido más que nunca, el exiliado se ve condenado a serlo para siempre… Lo decisivo es ser fiel —aquí o allí— a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio. Lo decisivo no es estar —acá o allá— sino cómo se está.»
Pero lo cierto es que esa realidad le vincula a nombres que por sí mismos lo dicen todo: Alberti, W. Roces, Cárdenas, J. Gaos, E. Imaz, Antonio Machado, Corpus Barga, Sender, Octavio Paz, Nicol; a aventuras intelectuales tales como Octubre, Mundo Nuevo, Sur, España Peregrina. Una dura pero fértil escuela de formación.
Gabriel Vargas Lozano. Editor. En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez (Filosofía, Ética, Estética y Política). México: Facultad de Filosofía y Letras. UNAM, 1995