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«El desarrollo del capital en acción revolucionaria consciente. Crítica de la teoría científica»: Juan Iñigo Carrera

1. De lo que se trata es de cambiarlo

La construcción de la sociedad de los individuos libres – o sea, de los individuos conscientemente asociados – es la crítica más genuina al modo de organización actual de la sociedad. ¿Se muestra la teoría científica crítica del modo de producción capitalista – o sea, la teoría científica que se define a sí misma como la expresión directa de la conciencia libre en contraposición a la enajenación general de la conciencia en el modo de producción capitalista – a la altura de esta necesidad social?

La realización de la sociedad basada en la libre individualidad se rige necesariamente mediante el desarrollo, por cada individuo, del conocimiento pleno de sus propias determinaciones concretas. Por lo tanto, es la aniquilación misma de toda utopía. Es, igualmente, la aniquilación de las formas enajenadas en que toma forma la organización del proceso de metabolismo social mediante la producción de valor; para empezar, de la aparente independencia individual abstracta a través de la cual se impone la interdependencia social general a espaldas de los interesados. Es, pues, la aniquilación de la moral y de la justicia. Sin embargo, si el rescate de las utopías y la concepción de la justicia y la moral como los fundamentos de la necesidad de la transformación social tienen un campeón hoy día, éste no es otro que la teoría crítica del capitalismo. Al mismo tiempo, esta teoría no cesa de poner a la organización general del proceso de vida social – o sea, la relación social general – en relación exterior con sus formas concretas necesarias de realizarse. Sólo así ha podido representarse acríticamente a un proceso nacional de acumulación de capital en donde la propiedad de éste era íntegramente colectiva al interior del ámbito nacional (y, por lo tanto, tan capital para el conjunto de la clase obrera y tan privado para las clases obreras de los demás países como el que más), como la superación realizada del modo de producción capitalista, como el socialismo o comunismo realizados. O, visto a la inversa, sólo así ha podido representarse a las formas brutales propias de la enajenación de las potencias humanas como potencias del capital en las cuales dicho proceso tomaba forma, como abstractas desviaciones, traiciones, burocratizaciones, respuesta a presiones externas, insuficiencia democrática, resabios autoritarios, etc. del socialismo en su realización.

¿Qué otras respuestas podemos esperar de la teoría científica crítica del capitalismo a la renovada demanda por la acción revolucionaria consciente? Consideremos una particularmente elocuente: “Los filósofos ni interpretan ni cambian al mundo; la ciencia, cuya autonomía cognoscitiva la filosofía tiene a su cargo proteger, hace lo primero a fin de que lo segundo pueda ser posible un día”. Este es el modo en que “hoy es … necesario enmendar” la 11ª tesis de Marx sobre Feuerbach, según M. Sprinker. La mayoría, por no decir todos, los marxistas van seguramente a coincidir en que esta “enmienda” es un intento por acentuar el designio crítico de la afirmación con que Marx da paso a su descubrimiento científico de la especificidad de la sociedad actual. Por cierto, algunos marxistas van a objetar la invocación a la filosofía o la endeblez del “pueda ser posible un día”. Sin embargo, aun en el peor de los casos, van a tomar simplemente a la enmienda de Sprinker como un intento poco feliz de parafrasear la tesis de Marx; nunca como un intento de alterar su esencia. Porque el marxismo unánimemente asume como autoevidente que el problema con los filósofos no reside en que interpretan al mundo, sino en que no actúan una vez que han realizado esta interpretación. Más aún, el marxismo ha postulado desde siempre que la cuestión es interpretar científicamente al mundo para encarar de inmediato, sobre la base de esta interpretación, su transformación consciente. Pero, ¿es ésta la cuestión? ¿De qué cambio estamos hablando?

2. Verde es el árbol de la vida

Ante todo, la vida es un proceso de metabolismo, el proceso en donde un sujeto se apropia del medio para producirse a sí mismo. Como tal, el sujeto vivo posee la capacidad de regir su proceso de metabolismo. Es decir, es capaz de conocer la potencialidad de su propia acción en relación con la potencialidad de su medio, de modo de controlar el consumo que debe hacer de su propio cuerpo en el proceso de producirse a sí mismo. Desde la capacidad y forma de regulación vital de una molécula de ADN a la de las especies animales más desarrolladas media, sin duda, una diferencia sustancial. Pero todas estas formas vivas centran su capacidad para transformar al medio, de ajeno, en un medio para sí – y especialmente su capacidad para avanzar en esta transformación – en su capacidad para transformarse a sí mismas, en su capacidad para mutar su propio cuerpo adaptándolo al medio. En contraste, el ser genéricamente humano reside en la capacidad para transformar al medio en un medio para sí, no ya esencialmente a través de la mutación del propio cuerpo para adaptarlo al medio, sino a través de la transformación del medio mismo por el trabajo. Es decir, reside en la capacidad para producir el propio medio de la vida humana y, por lo tanto, en la capacidad para producir los medios de producir los medios de vida. El conocimiento de la propia potencialidad respecto de la potencialidad del medio, o sea, la organización del proceso humano de metabolismo, extiende de manera genéricamente correspondiente el rango de previsión que necesita cubrir.

La vida humana es un proceso de metabolismo social. Pero este proceso no tiene más modo de realizarse que a través de los procesos de metabolismo individual de los miembros de la sociedad. Al ser un proceso de metabolismo social que se realiza necesariamente a través de los procesos de metabolismo individuales, la regulación del primero constituye la unidad orgánica de los segundos. En otras palabras, la organización del proceso de metabolismo social se realiza bajo la forma concreta de la relación social entre sus miembros individuales; es el tejido social, por así decir. Vista la misma cuestión a la inversa, la organización del proceso de metabolismo social toma necesariamente forma concreta en la acción de cada uno de sus miembros individuales. Tal como ocurre con la organización de todo proceso colectivo de metabolismo natural, dicha acción consiste, ante todo, en el conocimiento por cada individuo del punto de desarrollo en que se encuentra su proceso de metabolismo individual respecto de los de los demás individuos que interactúan con él. Por lo tanto, este conocimiento es el modo en que cada individuo integra el desencadenamiento de las correspondientes porciones de su proceso de metabolismo individual con las de los demás. A su vez, es obvio que el proceso de conocimiento desplegado por cada individuo es un momento de su propio proceso de metabolismo individual.

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1993 [este artículo constituye la base originaria de los capítulos 1 y 7 de El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia]

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