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«El pensamiento tibio. Una mirada crítica sobre la cultura francesa»: Perry Anderson

Resumen

En este trabajo, Anderson aborda los cambios acaecidos en el pensamiento francés desde mediados del siglo XX hasta inicios del XXI. Analiza el paso de una cultura emblemática por su influencia, como la francesa, caracterizada por la riqueza, abundancia y complejidad de sus producciones artísticas e intelectuales, a un progresivo deterioro marcado por la aceptación de la ideología de mercado y la pérdida de la vocación crítica. Narra el privilegiado momento de producción intelectual de la posguerra en el ámbito de la Quinta República, la explosión del Mayo del ‘68 y la posterior conversión al liberalismo de muchos intelectuales que fueron formando el pensamiento dominante de la época, que continúa imponiéndose hasta el día de hoy. Sin embargo, el autor encuentra elementos que permiten rastrear las fisuras de esta nueva cultura hegemónica y que pueden comenzar a plantearse como base para una futura recuperación de la riqueza del tradicional espíritu crítico de esta nación.

I. Declinación

Para cualquier extranjero, Francia es, entre los países europeos, el más difícil sobre el cual escribir. Su complejo abordaje es función, en primera instancia, de la inmensa producción que sobre su sociedad elaboraron los mismos franceses en una escala impensada en otro lugar. Para tener una idea, basta con mencionar los setenta títulos referidos solamente a la campaña electoral de la primavera de 2002, los doscientos libros sobre Mitterrand, los tres mil sobre De Gaulle. Por supuesto que tales números incluyen también una gran cantidad de material poco consistente. Pero no son mera logomaquia. Elevados niveles de rigor estadístico, inteligencia analítica y elegancia literaria siguen distinguiendo lo mejor de la literatura francesa sobre Francia misma, en dimensiones con las que ninguna tierra vecina puede competir.

Frente a este cúmulo de escritos autodescriptivos y autorreferenciales, ¿qué puede añadir la mirada extranjera? La ventaja del distanciamiento sería la respuesta antropológica –la regard lointain de Lévi-Strauss. Pero en Inglaterra carecemos de la disciplina de la distancia real. Francia es tan erróneamente familiar: el reiterativamente estilizado Otro de la historia insular y de la imaginación popular; la cultura cuyas palabras son aún las que se enseñan con mayor frecuencia; sus películas son proyectadas; sus clásicos, traducidos; el viaje más corto para el turista; el anuncio más elegante para elegir una segunda residencia. Ahora Londres, en tren, está más cerca de París que de Edimburgo; hay cerca de 15 millones de visitantes británicos a Francia por año, más que los provenientes de cualquier otro país. La proximidad aquieta. Su efecto es equivalente, a lo largo y ancho del país, al de una trampa contra la cual es alertado todo alumno que lucha con el francés. Francia misma se convierte en una especie de faux ami.

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