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«¿Qué fue del «marxismo analítico»? (En la muerte de Gerald Cohen)» Antoni Domènech

El artículo que reproducimos a continuación es una versión ligeramente resumida de un texto que aparecerá en el Nº 6 SinPermiso (diciembre de 2009). El autor agradece a Casiopea Altisench el esfuerzo por editarlo en versión resumida para SP-electrónico, así como las críticas de María Julia Bertomeu, David Casassas, Joaquín Miras, Daniel Raventós y Carlos Abel Suárez a un primer borrador.


El pasado 5 de agosto murió el filósofo oxoniense Gerald A. Cohen (Montreal, 1941), el animador principal del llamado «Grupo de Septiembre», compuesto por intelectuales de distintas disciplinas (filosofía, politología, teoría económica e historia) que se reunían anualmente en Oxford en los 80 y los 90, dando lugar a una corriente académica conocida como «marxismo analítico».

El significado de «analítica» predicado de la filosofía ha ido desdibujándose cada vez más desde sus orígenes (cuando lo que se pretendía era el análisis lógico del lenguaje, científico o cotidiano), al punto de convertirse paradójicamente en un término vagaroso y polisémico, capaz, en el mejor de los casos, de identificar cierto estilo de escribir y enseñar filosofía propio de una tradición histórica dominante en el mundo académico angloparlante de la segunda mitad del siglo XX. Es lo más probable que si Wittgenstein o Neurath o Reichenbach o Carnap o Russell (o Ryle) levantaran la cabeza, apenas reconocerían a la «filosofía analítica» como tradición vividera ni en el realismo modal extremista de David Lewis (1941-2001) ni en la metafísica teoría causal de la referencia de Saul Kripke, (1940-) por limitarnos a los nombres de dos de sus grandes e indiscutibles representantes en nuestros días.

Parte importante en el calificativo de «analítico» aplicado al marxismo del Grupo de Septiembre fue el primer libro publicado por Gerald A. Cohen, La teoría de la historia de Karl Marx: una defensa, que recibió en 1978 el premio Issac Deutscher, acaso el más prestigioso de la izquierda intelectual británica. Cohen había nacido en el seno de una familia de emigrantes judíos comunistas en Canadá, se había penetrado en su infancia y primera juventud –como él mismo gustaba de contar con cierto donaire no exento de autoironía— de la versión más esquemática del marxismo doctrinalmente normalizado por el estalinismo, y, luego, los avatares de la vida le habían llevado a estudiar filosofía en Oxford con uno de los representantes más caracterizados de la filosofía analítica británica de posguerra, Gilbert Ryle. Pues bien; su defensa de la «teoría de la historia» de Karl Marx venía a juntar ambas cosas. Porque La teoría de la historia de Karl Marx puede leerse como un intento de reconstruir y defender una versión supuestamente ortodoxa del «materialismo histórico» –el determinismo tecnológico— con instrumentos conceptuales sacados del arsenal de la filosofía analítica de la época, señaladamente el análisis lógico de los conceptos disposicionales funcionales y de las explicaciones funcionalistas a través de «leyes de consecuencia».

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