«Marx y la libertad»: Terry Eagleton
• FILOSOFÍA •
Hegel y Aristóteles eran sin duda filósofos, pero ¿en qué sentido lo fue Karl Marx? Mucho de lo que Marx escribió tiene apariencia filosófica; no obstante, desdeñó la mentalidad filosófica y declaró en su notable undécima tesis sobre Feuerbach que “los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”(TF). Se podría replicar que habría sido difícil cambiar un mundo que no comprendimos, si no fuese por el hecho de que, con seguridad, el mismo Marx habría estado de acuerdo. Su objetivo no es reemplazar ideas por acciones sin sentido, sino elaborar un tipo de filosofía práctica que ayudara a transformar lo que se busca comprender. El cambio social e intelectual van de la mano: “La filosofía no se puede realizar sin suprimir el proletariado”, escribe, y “el proletariado no se puede suprimir sin realizar la filosofía”. (CFD, pág. 223). En su segunda tesis sobre Feuerbach sostiene:
El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento –aislado de la práctica– es un problema puramente escolástico. (TF, pág. 666)
Esta clase especial de teoría orientada hacia la acción,se conoce algunas veces como “conocimiento emancipador” y tiene una cantidad de rasgos distintivos. Es el tipo de entendimiento, en una situación dada, que un grupo o individuo requieren para cambiarla; y es así, entre otras cosas, una nueva auto comprensión. Pero conocerse de una nueva manera implica alterar, en ese mismo acto, la forma de ser; así tenemos una forma peculiar de cognición en la cual el acto de conocimiento altera lo que contempla. Al tratar de comprenderme a mí mismo y a mi condición, jamás puedo permanecer totalmente idéntico a mí mismo, desde que el yo que elabora el conocimiento, al igual que el yo comprendido, ahora son distintos de lo que fueron antes. Y si yo desease comprender todo eso, sería preciso repetir el proceso. Es algo así como intentar saltar sobre nuestra propia sombra o alzarnos tirándonos de nuestro pelo. Y como tal conocimiento también moviliza a la gente de modo que cambia su condición de una manera práctica, se convierte en una especie de fuerza política o social, y hace parte de la situación material que examina, en vez de ser un simple “reflejo” de ella. Es el conocimiento como un suceso más bien que como una especulación abstracta, en el cual saber el qué no es ya tan claramente separable de saber el cómo. Más aún, la búsqueda de nuestra propia autoemancipación implica cuestiones de valor, mientras que el conocimiento de nuestra situación es un asunto de comprensión de hechos; es aquí donde la distinción común que la filosofía reconoce entre hechos y valores se hace interesantemente difusa. No es sólo que este tipo de conocimiento pueda ser aplicado a un uso valioso, sino que la motivación para el entendimiento, está unida, en primer lugar, a un sentido del valor.
La undécima tesis sobre Feuerbach, entonces, no es solo un llamamiento filisteo para girar desde la especulación abstracta hacia el “mundo real”, aunque haya rasgos de este audaz anti–intelectualismo en el joyen Marx: Este llamamiento olvida, en primer lugar, que sin los conceptos abstractos no habría mundo real para nosotros. La ironía de la actitud de Marx es que hace esta exigencia como filósofo, no solamente como activista político. Por ese o es que puede ser tenido en cuenta para engrosar la distinguida casta de los “anti–filósofos”, entre los que se cuentan Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Adorno, Benjamin, Wittgenstein, y, en la actualidad, pensadores como Jacques Derrida y Richard Rorty, para quienes hay algo fundamentalmente sesgado en la totalidad de la actividad filosófica de su tiempo. Para estos hombres, la filosofía en sí, no sólo éste o aquel de sus tópicos, se ha convertido en una búsqueda profundamente problemática. Por lo tanto, o quieren trascender todo el proyecto por razones que sigan siendo filosóficamente interesantes, o encontrar algún método para reformarlo en una nueva clave, propósito que para muchos de estos pensadores implica forjar un nuevo estilo de escritura especulativa. La mayoría de ellos están dispuestos a abatir las pretensiones metafísicas de la filosofía, asediándolas con algo en apariencia más fundamental: el ser, el poder, la diferencia, formas prácticas de vida, o en el caso de Marx, las “condiciones históricas”. Un anti–filósofo de esta clase dista mucho de ser un simple oponente de la filosofía, al igual que una anti–novela como Ulises se diferencia de una no–novela como el directorio telefónico.