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«Ética y marxismo»: Adolfo Sánchez Vázquez

8a1c1-karlmarxe29c86amiegillinghamparac391c3a1ngaramarxNOS PROPONEMOS EXAMINAR aquí las relaciones entre ética y marxismo. Con este objeto partimos de establecer una distinción entre ética y moral que no siempre suele hacerse, incurriendo en la consiguiente confusión de términos. Pues bien, por moral entendemos una forma específica del comportamiento humano, individual o colectivo, que se da realmente, o que se postula que debiera darse. Y por ética entendemos la atención reflexiva, teórica, a la moral en uno u otro plano –el fáctico o el ideal– que no son para ella excluyentes. Vale decir: a la ética le interesa la moral, ya sea para entender, interpretar o explicar la moral histórica o social realmente existente, ya sea para postular y justificar una moral que, no dándose efectivamente, se considera que debiera darse.

Tenemos, pues, ante nosotros, a la moral en un doble sentido: como objeto de reflexión o conocimiento, y como conjunto de principios, valores o normas a los que se considera que debieran ajustarse las relaciones, en sociedad, entre los individuos, o de los individuos con determinados grupos sociales o con la comunidad. Pero este sentido normativo no sólo es propio de la moral que se propone, sino tambiénde la crítica de la moral existente, así como de la crítica a la que pueden someterse otros tipos de comportamiento humano como el político, el estético, el religioso, el lúdico o el económico. Desde este enfoque, cabe una crítica moral de ciertos actos como los de una política que recurre a ciertos medios aberrantes, o los de cierta economía que rebaja o anula la dignidad del trabajador al hacer de él un simple instrumento o mercancía. En casos como estos, la moral –justamente por su carácter normativo–, con su crítica desde ciertos principios, valores o normas, se enfrenta a otras formas de comportamiento humano que, por su naturaleza específica, no tienen una connotación moral. Pero, al señalar esta presencia de la moral en otras formas de comportamiento humano, hay que cuidarse de no acentuar esta presencia hasta el punto de disolver en ella el comportamiento específico de que se trate; es decir, no hay que caer en el extremo que la diluye: el moralismo. Como igualmente habrá que cuidarse de otro extremo que también disuelve a la moral: el sociologismo, en la teoría, o el pragmatismo o “realismo”, en la práctica política. Con estas precauciones, abordemos el problema de las relaciones entre el marxismo como ética y la moral, entendidos ambos términos en el doble plano antes enunciado: explicativo y normativo.

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