Inicio > Psicología marxista > «Actividad lingüística y construcción de conocimientos»: Jean Paul Bronckart

«Actividad lingüística y construcción de conocimientos»: Jean Paul Bronckart

En este artículo se refuta, en primer lugar, la posición de la tradición lógicogramatical según la cual el lenguaje sería tan solo un reflejo secundario de las estructuras cognitivas y, con apoyo de las obras de Humboldt, Coseriu y Saussure, se sostiene, por el contrario, que la actividad del lenguaje es creadora de las significaciones propiamente humanas. En el marco de la corriente de análisis textual proveniente de Voloshinov, se demuestra luego la existencia de “tipos de discurso”, cuyo rol decisivo es servir de interfaz entre las representaciones individuales y las representaciones colectivas.

Se postulan tres tesis sobre el desarrollo de los conocimientos: la interiorización de los signos de la lengua es la condición de la constitución de las unidades del pensamiento; la interiorización de las relaciones predicativas es la condición de la constitución de las operaciones cognitivas y el dominio de los tipos de discurso es la condición del desarrollo de las formas de razonamiento. En una advertencia final, tomando como base a Piaget, se concluye que, no obstante, los seres humanos tenemos la capacidad de desprendernos de las exigencias lingüísticas y socioculturales y que, por lo tanto, conviene evitar cualquier forma de reduccionismo social.

Concepciones sobre actividad lingüística, textos y discursos

El lenguaje como actividad

Sobre la base de la tradición lógico-gramatical antigua y de la filosofía de Descartes, el sentido común occidental considera que los procesos de noesis (o de pensamiento puro) son primarios respecto de los procesos de semiosis, e independientes o autónomos respecto de estos últimos. El lenguaje humano dependería por lo tanto de un mecanismo secundario, de expresión o de traducción de estructuras cognitivas que lo determinarían completamente.

Estos procesos primarios de noesis tienen un fundamento natural; se refieren al equipamiento espiritual del que dispondría la especie humana, de base genética, que constituye por sí mismo el producto de la evolución natural de las especies. En consecuencia, los signos de las lenguas solo pueden reformatear aproximadamente unidades de pensamiento que, a su vez, serían estables dado su fundamento natural; pero se supone que no juegan ningún papel en la constitución misma de esas unidades de pensamiento.

En consecuencia, aun desde el momento en que las estructuras de lenguaje se supone que reflejan operaciones cognitivas teóricamente universales, debería existir un lenguaje único e ideal o por lo menos una organización estructural común a todas las lenguas naturales. Nos permitimos aquí enfatizar que esta posición, que sustenta la secundaridad de lo semiótico y de lo social, concluye necesariamente en un enfoque negativo de esas mismas realidades semióticas y sociales. Las lenguas naturales serían entidades oscurecedoras, que impiden una clara captación de la realidad de las capacidades humanas, posición que origina esta ideología tan tenaz de su degenerescencia permanente (ya que las lenguas habrían conocido un estado original perfecto que permitía reflejar claramente las operaciones del pensamiento, y esta “gracia inicial” habría sido pervertida por las torpes prácticas de las sucesivas generaciones de seres humanos). Y las diversidades socioculturales solo serían, a su vez, detalles secundarios, propiedades folclóricas o anecdóticas, que una globalización con fundamentos “serios” (es decir, occidentales) debería finalmente superar.

En oposición a la perspectiva lógico-gramatical, Humboldt (1974) imprime un giro radical en la manera de aprehender las relaciones entre el lenguaje como capacidad de la especie y las múltiples lenguas naturales. Para el autor, no se trata de analizar primero el lenguaje universal (con sus fundamentos externos) para luego abordar las lenguas naturales que “realizarían” socialmente esta capacidad; sino que se trata, por el contrario, de admitir que el lenguaje solo consiste concretamente en lenguas naturales, y que conviene, por lo tanto, primero estudiar estas últimas en su diversidad, para determinar luego lo que tienen en común y, sobre todo, establecer aquello en lo cual cada una de ellas manifiesta la totalidad de las propiedades de lo que se puede calificar de lenguaje.

Desde esta perspectiva, Humboldt plantea que, así como el lenguaje solamente “existe” en las lenguas naturales, estas últimas a su vez solo “existen” en las prácticas verbales, en ese actuar dirigido que constituye el discurso.

«Asumida en su realidad esencial, la lengua es
una instancia continuamente y a cada instante
en curso de transición anticipadora […]. En sí
misma, la lengua es no una obra hecha [Ergon],
sino una actividad haciéndose [Enérgeia]».
(Humboldt, 1974: 183-184)

Esta concepción radicalmente activa del lenguaje se prolonga en dos tesis que constituyen los fundamentos del interaccionismo social, y en particular del interaccionismo sociodiscursivo que desarrollamos en este artículo. La primera es que la actividad de lenguaje (relacionada con la semiosis), al ser productora de objetos de sentido, es también necesariamente constitutiva de las unidades representativas del pensamiento humano (o noesis); la segunda es que, en la medida en que la actividad de lenguaje (no) es (más que) una actividad social, el pensamiento al cual da lugar es también semiótico y social.

Artículo Completo en PDF

  1. Analia
    18/02/2013 a las 20:47

    Muy interesante me ayudó mucho . Gracias!!!!!

  1. 13/09/2013 a las 07:25

Deja un comentario