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«Lo inconsciente: una perspectiva desde la psicología sociohistórica»: Carl Ratner

Muchos académicos, incluidos filósofos sociales de la escuela de Frankfurt y psicoantropólogos, han dicho que un abordaje cultural o sociohistórico de la psicología no podría explicar completamente los fenómenos psicológicos. Según ellos, la psicología cultural puede comprender la organización sociohistórica de los fenómenos conscientes tales como actitudes o costumbres, pero no puede explicar los procesos inconscientes arcanos, subterráneos. Así, la psicología sociohistórica debe complementarse con los conceptos freudianos que comprenden lo inconsciente. Hace poco, Dorothy Holland (1992), una psicoantropóloga, se ha quejado de que la teoría cognitivo-social no aborda los fenómenos inconscientes tales como la «censura» y el «conflicto psíquico», y se dedica a importar otras teorías tales como el psicoanálisis para llenar este hueco.

Voy a participar en este debate. Procuraré demostrar que un análisis psicológico sociohistórico puede iluminar fenómenos llamados inconscientes1.

No es necesario, ni posible, ni deseable complementar la psicología sociohistórica con el psicoanálisis. Los principios psicoanalíticos no pueden ser importados a la psicología sociohistórica porque son incompatibles con sus asertos. Aún más, los conceptos psicoanalíticos en lo fundamental malinterpretan la psicología humana y en particular lo inconsciente. Tal como Vygotski lo establece, el intento de integrar el psicoanálisis con el abordaje sociohistórico de la psicología es «una combinación monstruosa» (Yaroshevsky, 1989, p. 169; cf. Lichtman 1982 para una conclusión similar con respecto a la integración de tales disciplinas). La psicología sociohistórica puede bastarse a sí misma para explicar los fenómenos «inconscientes» y esta explicación será superior a la psicoanalítica.

El inconsciente freudiano

La teoría freudiana del inconsciente asume una mente privada, personal. Es una mente poblada con deseos que tienen origen biológico, intrapsíquico y que siguen leyes mecánicas endémicas. Cuando a esos deseos se les niega acceso a la consciencia ellos permanecen ocultos en la mente como residuos inconscientes que distorsionan la percepción de sí mismo y de los otros.

La concepción freudiana del inconsciente se basa en dos asunciones claves concernientes a la psicología humana, la biología y la sociedad (Danziger, 1990). Una de ellas es un punto de vista romántico de la humanidad. Es la idea de un individuo no social que posee ideas endógenas, sentimientos y motivos pero que no puede expresarlos en una sociedad intolerante. Sin embargo la persona se maneja valientemente para sortear esta presión social. Los pensamientos inconscientes reprimidos permanecen activos e incluso guían la actividad consciente. Ellos son el significado real detrás de la fachada consciente. El punto de vista romántico permitió a Freud colocar un submundo entero de pensamientos, sentimientos y motivos independientes de lo consciente y de la sociedad, «percepciones immaculadas» por decirlo así. También generó un abordaje terapéutico que busca descubrir deseos ocultos en el inconsciente y que los libera en lo posible de la represión social y consciente.

Una segunda concepción que sostuvo el inconsciente freudiano es que los procesos psicológicos son básicamente biológicos por naturaleza. De acuerdo con Freud, la biología proporciona el contenido del inconsciente en forma de impulsos «primordiales» del id2.

Esos «procesos primarios» pueden existir dentro de la psique, desconectados de la consciencia, porque para empezar no son conscientes. Los principios biológicos también dotan al inconsciente de una habilidad dinámica para convertir los impulsos primordiales inaceptables en formas diferentes (disfrazadas). Esta dinámica existe porque la energía psíquica obedece a leyes termodinámicas: esto es, la energía psíquica no puede ser creada ni destruida, solo puede ser convertida de una forma en otra.* Este principio físico, que Freud adoptó de los trabajos de Fechner y Helmholtz, dicta que la sociedad no puede eliminar los impulsos que condena; la sociedad solo puede hacer individuos inconscientes de los impulsos que sin embargo continúan su influencia de forma disfrazada3.

La habilidad de los impulsos primordiales para resistir el control social y permanecer activos inconscientemente, es apoyada por otro principio mecánico. Este es «la tendencia a la conservación» de los instinto para permanecer en estado original y retornar cuando son afectados. Esta tendencia, que Freud (1920/1963) describe en Más allá del principio del placer, permite a los instintos preservar su carácter primordial aislado de los efectos sociales y cognitivos.

En suma, los puntos de vista romántico y biológico de Freud le condujeron a una concepción particular de lo inconsciente como impulsos primordiales intransigentes a la formación social y segregados de lo consciente. Esta idea es desarrollada por Freud en su artículo El inconsciente (1915/1957). El hecho que la idea de Freud sobre lo inconsciente surja de una ideología particular significa que no es la única posible (Whyte, 1978). Es más, se sostiene o cae con la verdad de sus fundamentos románticos y biológicos. Para mala fortuna de Freud, este fundamento tiene grietas y no puede sostener el edificio psicoanalítico que hospeda a lo inconsciente. Tal como Sulloway (1991, p. 245) ásperamente concluye, «muchos de los conceptos psicoanalíticos esenciales de Freud estuvieron basados en ideas erróneas de la biología del siglo XIX y ahora pasados de moda… La mala biología generó mala psicología. Freud levantó su edificio psicoanalítico sobre una especie de arena movediza intelectual, circunstancia que determinó en consecuencia muchas de sus más importantes conclusiones teóricas desde el inicio».

La idea de Freud sobre lo inconsciente posee grietas porque separa lo inconsciente de lo consciente y de la vida social. La noción de un mundo arcano de ideas y mecanismos primordiales, naturales, casi físicos, segregados de lo consciente ha sido atacada con vigor por William James (1890/1950, pp. 164-176), por los neofreudianos y los existencialistas. Sartre (1943/1956, pp. 47-54) decía que la actividad psicológica fuera de lo consciente es una imposibilidad.

Un sentimiento que no se siente o una idea que no se conoce es un oxímoron. Sartre arguye que las ideas y los sentimientos son aspectos de la consciencia. Ellos no son formas de una energía primordial fuera de la consciencia.

Mecanismos autónomos tales como la defensa perceptual son tan ilógicos como los sentimientos inconscientes. La defensa perceptual asume un censor que bloquea subrepticiamente la percatación de los estímulos displacenteros. Este tipo de censor es capaz de comprometerse con un ejército de actividades, incluyendo: saber qué cosas amenazan al sí mismo, querer proteger al sí mismo del peligro, decidir bloquear la información dolorosa hacia lo percatado y efectuar tal bloqueo para todo lo desconocido al sujeto. Sin embargo, la crítica de Sartre hace ilógica esta clase de información autónoma. La información solo es procesada, las decisiones solo son tomadas y el conocimiento solo es poseído por lo consciente.

Searle (1990) extiende este argumento para desafiar los modelos físicos de procesamiento de la información postulados por los científicos cognitivos. Arguye que los mecanismos neurofisiológicos no conscientes no procesan información. Ellos pueden agrupar o calcular ciertas propiedades de datos pero no comprenden esos datos como ser o significar algo. Nada más lo consciente (o los mecanismos de la consciencia) puede procesar información sobre la base de comprender significaciones.

La crítica de los procesos inconscientes puede parecer viciada por la percepción subliminal, que recientemente ha sido reconceptualizada como percepción implícita (Bornstein y Pittman, 1992, pp. 17-45; Kihlstrom, 1990, pp. 450-453). Sin embargo la percepción subliminal no es análoga al inconsciente freudiano. Los estímulos para la percepción subliminal son de baja graduación porque son presentados durante lapsos extremadamente cortos o están cubiertos por otros estímulos (cf. Masling et al., 1991; Bornstein y Pittman, 1992). Sin embargo los pensamientos, sentimientos, necesidades y motivos inconscientes que Freud discutió, carecen típicamente de todas esas propiedades. Muy al contrario, son duraderos y persistentes. De acuerdo con Freud, los estados mentales son difíciles de comprender no porque sean pasajeros, sino por su contenido amenazante.

La percepción subliminal y el inconsciente Freudiano también difieren en su modo de operar. La percepción subliminal es el reconocimiento muy general de un estímulo previamente hallado. El sujeto presumiblemente comprende alguna porción del estímulo que es suficiente para permitirle más tarde reconocerlo cuando el estímulo se presenta con otros estímulos de prueba. Aún más, el reconocimiento tardío solo ocurre en cierta fracción de las pruebas; no es un perfecto reconocimiento. El inconsciente Freudiano es bastante diferente. El inconsciente es total conocimiento (sin consciencia) que dirige la conducta compleja cada vez que halla un estímulo relevante. Las ideas inconscientes se mantienen fuertemente lejos de lo percatado y son transformadas en otras ideas porque se sabe implícitamente que dañan al individiduo. La percepción subliminal no depende de tales dinámicas. Ésta es simplemente el reconocimiento confuso de estímulos degradados a pesar de su significación psicológica para el sujeto.

Las grandes diferencias entre la percepción subliminal inducida experimentalmente y el inconsciente freudiano hacen peligroso aplicar los hallazgos de la primera al último. Dice Kihlstrom (1990, p. 447): la investigación sobre percepción subliminal, olvido motivado y cosas parecidas ofrecen poco apoyo a la concepción freudiana de la vida mental inconsciente, porque las proposiciones que han sido probadas rara vez son únicas de la teoría freudiana. Tal apoyo solo puede ser dado por la investigación que prueba aquellas hipótesis que son únicas a la teoría freudiana á-á, por ejemplo, que los contenidos inconscientes son sexuales y agresivos por naturaleza, y que los procesos inconscientes son primitivos e irracionales. Tales experimentos son difíciles de llevarse a cabo, y los hallazgos positivos más raros aún.

Incluso si la investigación experimental demostrara la percepción no consciente de los estímulos de laboratorio subliminales y enmascarados, esto tendría poca fuerza para la percepción inconsciente diaria. Sin embargo, la investigación de la percepción subliminal aún no es concluyente, es equivocada. La mayoría de los experimentos han fallado en probar que los sujetos en efecto no se percatan de los estímulos que discriminan. Cuando se hace mediciones rigurosas de la percatación, parece que los sujetos se percatan de los estímulos (Merikle y Reingold, 1992; Ratner, 1991, pp. 195-196; Silverman, 1977). En otros casos, la habilidad para discriminar sin percatarse está mínimamente por arriba de la probabilidad y confinada a un pequeño número de sujetos (Merikle y Reingold, 1992, p. 67). Los experimentos han fallado asimismo en corroborar el fenómeno de la represión. Después de revisar esta investigación, Holmes ha concluido que hasta hoy no existe evidencia controlada de laboratorio que apoye el concepto de represión (Holmes, 1990, p. 96). En suma, «dada la evidencia disponible, aún es posible decir que los procesos perceptuales inconscientes no han demostrado tener algún papel importante en dirigir la conducta humana» (Merikle y Reingold, 1992, p. 76).

Las críticas precedentes de los procesos inconscientes indican que la actividad psicológica no procede por mecanismos independientes de la consciencia. La actividad psicológica es actividad de la consciencia. También es inseparable de la vida social. De acuerdo con esto, el inconsciente y sus productos (sueños, lapsus linguae y síntomas disfuncionales) deben ser reconceptualizados como parte de una consciencia social (cf. Lakoff, 1993 para un análisis cognitivo social de los sueños). La reconceptualización podría ser objetivada en su terminología. El término «el inconsciente» podría ser abandonado porque connota una cosa física o un lugar fuera de la consciencia. «El inconsciente» puede ser sustituído por «lo no percatado» que connota un proceso o estado más que una especie de cosa. En lo que resta, intentaré articular una concepción social de lo no percatado. La perspectiva más fructífera para guiar este esfuerzo es la psicología sociohistórica. Esta escuela fue creada por Liev Vygotskiy, Alexánder Luria y Alexei Leóntiev en la década de 1920.

Artículo Completo

The Journal of Mind and Behavior. Autumn 1994, 15(4): 323-342
http://www.sonic.net/~cr2/uncon.htm

Traducción: Efraín Aguilar

Fuente:http://vygotski-traducido.blogspot.com.es/

1 Me gustaría expresar mi agradecimiento a Theodore Sarbin, Brent Duncan, Susan Frances, Larry Wornian, Phil Cushman, Josh Weinstein, Edith Gold, Bob Rieber, Bud Andersen y Ray Russ por sus valiosos comentarios sobre este artículo.

2 Freud adoptó la idea de Darwin que la emoción es una forma de energía psíquica (Rivto, 1990). La concepción freudiana de energía psíquica fue modelada sobre la energía física de tal modo que él debió encontrarle un origen físico. Esta fue una razón por la que llegó a preocuparse tanto del sexo: la energía sexual parece ser una presión física y por lo tanto constituye un posible apuntalamiento biológico para la energía psíquica. Como dice Freud, «En el proceso sexual tenemos el ‘fundamento orgánico’ indispensable sin el cual a medical man solo puede sentirse enfermo at ease en la vida píquica» (mencionado en Sulloway, 1983, p. 90).

3 La importancia de la termodinámica para la teoría freudiana del inconsciente puede verse en su artículo de 1915 sobre la represión. Ahí habló Freud acerca de la libido reprimida y halló la efectiva expresión alternativa «de acuerdo a su cantidad». En otras palabras, la cantidad de libido se preserva en las expresiones sustitutas.

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