«Economía y política en Sismondi»: Diego Guerrero
Podría decirse que la figura de Sismondi, de una importancia y singularidad excepcionales en la historia del pensamiento económico, es, más que desconocida, conocida de forma muy fragmentaria y, en parte por ello, muy sesgada. Se le tiene por el primer (gran) teórico del subconsumo y/o de la sobreproducción, o uno de los primeros (al lado, detrás o delante de personajes tan desigualmente valorados en el terreno teórico y tan dispares en la esfera política como Robert Owen y Thomas Malthus), aunque debe admitirse que nunca ha estado del todo claro el significado exacto de esta teoría (o teorías) de la crisis económica capitalista.
Pero se lo considera unánimemente (casi solo) como un economista «moral», «humanista», «social», «romántico»… y otros adjetivos por el estilo, lo cual, junto al hecho de ser un intelectual de amplias miras, no especializado en la economía –escribió menos en este campo que sobre temas históricos y literarios–, más bien ha minado que realzado su prestigio como teórico. Además, precisamente su amplio reconocimiento como historiador ha facilitado que se le imputara un «método» analítico distinto del atribuido a la escuela clásica anglosajona (si bien mucho más a Ricardo que a Smith), y se tiende a ver en él, erróneamente, a un «historicista», empirista o inductivista, más que a un auténtico dominador de la teoría abstracta de los clásicos.
Por otra parte, su ambigua figura como político y politólogo tampoco ha ayudado a su reconocimiento como teórico de la economía. La larga tradición que lo ha venido considerando como un «socialista», su práctica política real como liberal y conservador y su célebre consideración en el Manifiesto comunista como el máximo representante del «socialismo pequeñoburgués », calificado a la vez de «reaccionario» y «utópico», no son elementos que ayuden a situarlo ideológicamente de forma tan clara como suele ocurrir con otros autores importantes.
Por otra parte, Karl Marx, gran historiador de la economía además de economista y todo lo demás, lo consideraba a la vez como el último de los grandes clásicos (en la rama francófona, iniciada en Boisguillebert) y el primero de los críticos importantes, no solo del capitalismo, sino de la teoría económica de los otros clásicos: los anglófonos, especialmente Ricardo (y también otros que, para Marx, no tenían nada de grandes, como serían MacCulloch y James Mill, e incluso el francés J.-B. Say y su ley).
Las dos grandes aportaciones teóricas de Sismondi a la economía, aparte de la teoría de la crisis, a la que volveremos luego, han sido tratadas de forma muy desigual en la literatura posterior. Mientras que Schumpeter reconoce sin ambages –quizás como único mérito teórico real que observa en Sismondi– la primera de ellas, resaltando la importancia de su contribución al enfoque dinámico de los fenómenos económicos –lo que es un importante aval, viniendo de un cualificado representante de dicho enfoque él mismo–, su aportación a la teoría clásica, «laboral», del valor solo ha sido apreciada realmente por Marx y por una muy pequeña minoría de los seguidores de este. Sin embargo, la teoría sismondiana de la crisis no puede entenderse verdaderamente si no se parte de su concepción de las diferencias e incluso contradicciones entre el valor de uso y el valor de cambio, dualidad que analiza tanto en el plano más abstracto y filosófico como en el aplicado (los efectos de esas contradicciones en el funcionamiento de la nueva sociedad capitalista, que constituye su objeto de análisis), así como tampoco se puede comprender sin captar el análisis por periodos que caracteriza su mirada sobre las relaciones macroeconómicas esenciales entre producto nacional, demanda nacional y renta nacional.
Laberinto nº 35 / 2012
Fuente: http://laberinto.uma.es/