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«La teoría de la ideología en Marx»: Richard Lichtman

Desde hace algunos años trabajo en el tema de la «falsa conciencia», recopilando textos sobre ideología burguesa y escribiendo un libro sobre la teoría de la ideología de Marx. Me ha llamado la atención el hecho de que, mientras recientemente han aparecido bastantes libros dedicados a la teoría de la enajenación de Marx, es muy poco lo que se ha escrito sobre la teoría de la conciencia y la falsa conciencia de Marx. Y sin embargo, las teorías de la enajenación y de la ideología están muy estrechamente relacionadas, puesto que en última instancia la ideología no es sino conciencia enajenada. Cuando, en los Manuscritos de 1844, Marx habla de la enajenación de los seres humanos respecto a sus productos, respecto a la naturaleza, a su propia actividad, a otros seres de su especie y a otros seres humanos, ciertamente se propone incluir su conciencia como igualmente enajenada. Porque la autoproducción de los seres humanos sólo tiene lugar a través de su participación consciente, y si el proceso del trabajo está enajenado, también lo está necesariamente, el modo de conciencia comprometido en la producción. Así:

«La producción no sólo produce al hombre como una mercancía, la mercancía humana, el hombre en forma de mercancía; en conformidad con esta situación, lo produce como a un ser mental y físicamente deshumanizado […] Su producto es la mercancía autoconsciente y autónoma«.

Y con la idea de que a través de la enajenación, el producto de la actividad humana resulta separado de los productores y se enfrenta a ellos, Marx ha introducido ya el concepto que desarrollará en La ideología alemana: que los productos intelectuales del pensamiento humano, las ideas, pensamientos y visiones del mundo, se vuelven independientes de sus creadores y se enfrentan a ellos. De manera que existe una continuidad bien definida entre las teorías de la enajenación y el fetichismo por una parte, y la teoría de la ideología por la otra.

La teoría de la conciencia de Marx es muy vasta y compleja, y yo me centraré en un aspecto particular de su teoría. Marx emplea continuamente dos nociones que son ambas profundamente importantes para su posición, y que no obstante parecen ser contradictorias. Éstas son las ideas de «reflexión» e «inversión». Cada uno de estos términos posee un lugar obvio en la perspectiva total de Marx. Por una parte, Marx insiste en que la conciencia no es autónoma y que lleva la marca, o «refleja», las condiciones materiales de existencia. Por otra parte, el mismo término «ideología» significa «falsa conciencia». Es necesariamente una distorsión de la realidad; pero aún más, es la realidad puesta de cabeza. Porque la ideología no es simplemente ignorancia o falta de conocimiento del mundo. Es, más bien, un disfraz en el que la realidad es presentada por su negación —su «inversión». Pero ¿cómo pueden sintetizarse estos dos términos? ¿Cómo pueden ambos captar algo vital en la situación que Marx quiere describir? Me dispongo a sostener que en sus primeros escritos en La ideología alemana, por ejemplo— el punto de vista de Marx es simplista y adolece de graves defectos, pero que su posición más madura, tal como aparece representada en El Capital, ofrece una importante contribución a nuestra comprensión del problema.
Mi perplejidad ante la falta de atención que los marxistas han dedicado a una investigación sistemática de la mistificación de la conciencia se intensifica por el hecho de que, histórica ypolíticamente, este tema me parece el problema fundamental de nuestra época. La teoría marxista contemporánea necesita enfrentar ante todo el problema del desplazamiento de la revolución en los países capitalistas avanzados. ¿Por qué ha fracasado la clase obrera en la conquista del poder? Gramsci señalaba que las condiciones objetivas apropiadas para la revolución han estado presentes durante cincuenta años. Al parecer, los hombres y mujeres de las sociedades capitalistas avanzadas carecen de la comprensión, la voluntad o la fuerza para luchar con éxito contra su propia explotación. Sin embargo, estos factores están relacionados, y la mistificación de la conciencia desempeña un papel cada vez más importante. El crecimiento del capitalismo contemporáneo es inseparable de la creciente dominación de la ideología. La fuerza directa y la amenaza de la violencia son sustituidas por el predominio del consenso manufacturado. La transformación del capitalismo moderno requiere que se dedique más trabajo al control ideológico de la existencia social del que era necesario en el siglo XIX. Mientras que el siglo pasado se interesaba preferentemente en la producción de bienes materiales, nuestra propia vida económica está llena de estructuras burocráticas muy complejas y sutiles, cuya función principal es el control del trabajo organizado de las masas de hombres y mujeres, cuya comprensión del mundo debe ser igualmente organizada. Ha habido un traslado en la composición orgánica del trabajo, de la actividad directa de dar forma a entidades materiales, al trabajo indirecto de motivar y estructurar las creencias de los trabajadores contemporáneos. La clase trabajadora presta un volumen creciente de fuerza de trabajo para su propia mistificación. Debido a esto, me parece particularmente relevante, e incluso urgente, realizar un análisis más cuidadoso de la concepción de Marx sobre la falsa conciencia.

Artículo Completo en pdf

Cuadernos Políticos, número 10, México, D.F., editorial Era, octubre-diciembre de 1976, pp. 7-24.

  1. emi
    12/06/2012 a las 22:41

    no entiendo!!! ==(

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