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«Reivindicando el sueño socialista»: Michael A. Lebowitz


1. Después de Seattle y otras dramáticas muestras de oposición a la globalización capitalista, muchos hablan a hora de capitalismo y se describen a sí mismos como anticapitalistas. Eso es muy positivo, pero ¿a qué se refieren? ¿Quieren decir con ello que las instituciones del capital internacional son perversas porque usurpan el derecho de los ciudadanos a tomar decisiones democráticas? ¿Que la especulación financiera le resta valor a la inversión productiva real que crea puestos de trabajo reales? ¿Que el interés por la ganancia de parte de las corporacione transnacionales las ha conducido a aliarse con regímenes autoritarios fuertes que no respetan los derechos humanos? ¿Que las políticas neoliberales están produciendo una carrera hacia el abismo en términos de salarios, condiciones de trabajo y estándares medioambientales? Todas estas descripciones son muy importantes en términos de oposición, pero consideradas en sí mismas no expresan más que un rechazo a políticas y prácticas específicas del capitalismo y no un rechazo al capitalismo mismo.

2. ¿Pero por qué necesitamos una perspectiva alternativa al capitalismo, si nadie puede negar que hay algunos ejemplos de capitalismo que son mejores que otros -y lo son, sobre todo, como resultado de las luchas de los trabajadores y del movimiento popular por cambiar las cosas -? Que esos casos hayan sido el resultado de una circunstancia histórica única, que por su propia naturaleza no se puedan generalizar al resto del mundo, o que no sean sustentables (especialmente en el contexto del capitalismo global en un mundo en desarrollo desigual), no es la cuestión que nos interesa centralmente.

3. Lo que debemos preguntarnos es si eso es todo lo que existe ¿Es que acaso no hay alternativas a un sistema económico basado en el hecho de que las masas carecen de la propiedad [de medios de trabajo] para forzarlas a trabajar y así producir ganancias para aquellos que sí las poseen? ¿Es que no hay una alternativa a un sistema en que los seres humanos y la naturaleza, fundamentos de la riqueza humana, son tratados como simples medios de generación de riqueza monetaria privada, medios que, a menudo, son destruidos en el proceso? ¿Es que no hay una alternativa a un sistema cuya lógica es dividir y separar a la gente, excluyendo las posibilidades de la solidaridad humana?

4. La respuesta de muchos es simplemente: «No hay alternativa». Y, por eso, lo mejor que se puede hacer es tratar de mejorar el capitalismo por aquí y por allá. La creencia de que la única alternativa posible es un capitalismo con rostro humano tiene mucho que ver con los grandes fracasos del siblo XX: 1) la experiencia de una rápida industrialización en los países subdesarrollados a través de un sistema verticalista que ellos llamaron socialista (con el cual muy pocas personas en el mundo desarrollado se pueden identificar) y 2) el fracaso de los gobiernos socialdemócratas (algunos se llamaban a sí mismos socialistas) en la parte desarrollada del mundo, que no hicieron más que tratar de remozar el capitalismo como sistema económico.

5. ¿Pero por qué deberíamos aceptar que esos ejemplos agotan el potencial de alternativas del capitalismo?. Hay que recordar que desde los comienzos del capitalismo, la gente lo vio como un sistema que destruye los valores humanos y buscó alternativas que hicieran de nuestra humanidad común el centro de las relaciones sociales y económicas. No sólo en las utopías y visiones del siglo XIX, sino también en los experimentos del siglo XIX, sino también en los experimentos del siglo XX hay bosquejos y ejemplos reales que apuntan a una lógica alternativa a la del capital, una lógica basada en los seres humanos. Pero eso no es todo, en la lucha diaria contra la lógica alternativa a la del capital, una lógica basada en los seres humanos. Pero eso no es todo, en la lucha diaria contra la lógica del capital está presente esa alternativa (aunque sólo sea implícitamente). Lo que se necesita es comenzar a reinvindicar y construir esa perspectiva alternativa y hacer explícito lo que está implícito en esa lucha. Una vez que eso se haya hecho, las limitaciones del anticapitalismo saltarán a la vista.

Visiones tempranas

6. Pensemos en una utopía -para ser exactos, pensemos en la isla de Utopía-. La Utopía de Tomás Moro fue escrita en el siglo XVI en Inglaterra, cuando los campesinos mediavales estaban perdiendo su tradicional acceso a la tierra, como resultado del cercado de la propiedad agrícola que iba a ser dedicada al pastoreo de ovejas. La alternativa mítica que Moro esboza [en su libro] es una sociedad en que la tierra es de dominio común, donde se espera que todos contribuyan equitativamente con su trabajo y donde los productos del trabajo se distribuyan entre todos de acuerdo con sus necesidades, sin dinero y sin intercambio. ¿Cómo puede haber justicia y prosperidad, se pregunta Moro, «si las posesiones son privadas, y el dinero es la única medida de todas las cosas»?

Artículo Completo


Artículo publicado en Monthly Review, junio de 2001.


Laberinto nº 22, tercer cuatrimestre 2006

Traducción de Alejandro Palavecino con la colaboración de Marta Harnecker.

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