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«Los límites de las reformas»: Paul Mattick

Aunque pueda probarse que el capitalismo es reformable, las reformas no pueden alterar sus relaciones básicas de asalariamiento y beneficio sin eliminarlos. La época de las reformas es una época de expansión espontánea del capital, basada en un incremento desproporcionado pero simultáneo de los salarios y las ganancias. Es una época en la que las concesiones hechas a la clase obrera son más tolerables a la burguesía que los trastornos de la lucha de clase que de otro modo acompañarían al desarrollo capitalista. Como una clase, la burguesía no favorece salarios bajo mínimos e intolerables condiciones de trabajo, aunque cada capitalista individual, para quien el trabajo es un coste de producción, intenta reducir estos gastos lo máximo posible. No puede dudarse que la burguesía prefiere una clase obrera satisfecha a una clase obrera descontenta, y la estabilidad social a la inestabilidad.

De hecho, contempla la mejora general de los niveles de vida como su propio logro y como la justificación para su dominación de clase. Pero estad seguros, el bienestar relativo de la población trabajadora no debe llevarse demasiado lejos, pues su dependencia absoluta del trabajo asalariado ininterrumpido debe ser mantenida. Pero dentro de este límite, la burguesía no tiene inclinaciones subjetivas a reducir a los obreros al estado más inferiorizado de existencia, incluso donde esto podría ser objetivamente posible por medio de las medidas apropiadas de represión. Así como las inclinaciones y las acciones de los obreros están determinadas por su dependencia del trabajo asalariado, las de la burguesía están radicadas en la necesidad obtener beneficios y acumular capital, completamente aparte de sus diversas tendencias ideológicas y psicológicas.

[Las reformas y la degeneración del movimiento obrero]

Las reformas limitadas posibles dentro del sistema capitalista se han convertido en condiciones habituales de existencia para los afectados por ellas y no pueden ser anuladas fácilmente. Con una tasa baja de acumulación se convierten en obstáculos para la producción de beneficios, superposición que efectivamente requiere aumentos excepcionales de la explotación del trabajo. Por otro lado, los periodos de depresión también inducen variadas medidas de reforma, pero solamente para contrarrestar la amenaza de cataclismos sociales serios. Una vez instaladas, tienden también a perpetuarse a sí mismas y deben ser compensadas a través del correspondientemente mayor incremento de la productividad del trabajo. Por supuesto, se harán esfuerzos, algunos con éxito, para reducir paulatinamente lo que se ha ganado por la vía de la legislación social y la mejora de los niveles de vida, con objeto de restaurar la necesaria rentabilidad del capital. Algunos de estos logros permanecerán, no obstante, a través de los periodos de depresión así como de prosperidad, con el resultado con el tiempo de una mejora general de las condiciones de los obreros.

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