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«Una crisis profunda exige soluciones radicales»: Michel Husson

La paradoja de este periodo electoral en Francia es básicamente la siguiente: poco a poco se toma conciencia de la profundidad de la crisis, sin la posibilidad de una alternativa que realmente esté ganando credibilidad. La candidatura social-liberal de François Hollande, se ha intentado adaptar a esta contradicción, que también pesa sobre las candidaturas a la izquierda de la izquierda.

La profundidad de la crisis

De una forma muy simplificada, el capitalismo puede funcionar de dos maneras. Puede estar relativamente regulado, como durante el período de los treinta años gloriosos (1945-1975). O, por el contrario, puede estar libre de rigideces y tender hacia un funcionamiento puro, como ocurre desde el gran giro liberal de los años ochenta. Llamaremos «fordista» y «neoliberal» a estos dos modos opuestos de funcionamiento. Se pueden identificar con una batería de curvas que son aproximadamente planas en el primer modelo y que aumentan con el segundo1.

Sin embargo, esta tendencia al alza (de los beneficios en relación a los salarios, de los
dividendos en relación a las inversiones, de la financiación en comparación con la riqueza
creada, etc.) ha llegado a sus límites, de ahí la crisis. El capitalismo está ahora en una especie de callejón sin salida: no es posible volver a poner en marcha el capitalismo neoliberal y ocurre lo mismo con el capitalismo fordista. El capitalismo neoliberal había logrado restaurar la rentabilidad, a pesar de una desaceleración de la productividad. Pero sólo podía hacerlo de manera artificial e insostenible. Por lo tanto, no hay nada resuelto, y el dinamismo artificial del capitalismo se ha convertido en enormes deudas públicas que tienen la función de liquidar, en realidad validar, la montaña de deuda privada acumulada a lo largo de dos o tres décadas. La crisis de la deuda soberana en Europa dio lugar al establecimiento de políticas de austeridad absurdas, si tenemos en cuenta sus efectos sobre la actividad económica y la propia deuda, pero apropiadas si se trata de aplicar una terapia de choque para liquidar los logros sociales y devaluar el trabajo bajo el pretexto de la competitividad.

Una crisis profunda exige soluciones radicales

09 de abril 2012

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