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«El marxismo sin ismos de Francisco Fernández Buey»: Salvador López Arnal

PRESENTACIÓN

El marxismo sin ismos de Francisco Fernández Buey no es un trabajo de investigación. Más bien es un homenaje, un reconocimiento, una muestra de admiración, una aproximación didáctica y fuertemente incompleta a algunos de los nudos esenciales de su rico, culto, documentado y profundo marxismo.

Un marxismo que bebió, como el mismo señaló, de la obra, la vida, las prácticas políticas, las luchas, los errores, las meteduras de pata y los trabajos críticos de Maximilien Rubel, Anton Pannekoek y Manuel Sacristán. ¡Nada menos! ¡Una trinidad explosiva, inteligente y enrojecida! El profesor Fernández Buey fue un entrañable amigo del tercero de los citados y se carteó con el primero de ellos.

No hay nada o casi nada en el volumen que ofrezca una mirada singular, un hallazgo de investigador. He intentado basarme en algunos trabajos sobre la tradición del que fuera magnífico, inolvidable profesor de la Universidad de Pompeu Fabra, del generoso maestro y amigo de muchos de nosotros, para dar cuenta de algunas de sus consideraciones más notables en un ámbito –uno entre muchos otros- en el que su erudición era enorme, casi imposible de seguir.

Sin duda y por supuesto: para hacernos una idea fiel del alcance de sus aportaciones en esta roja y comprometida arista hay mucha más cera que cortar y mucho texto que leer, releer, estudiar, pensar o descubrir.

Los treinta capítulos recogidos han sido editado en rebelión a lo largo del mes de agosto; también la coda final. Intenté abonar su recuerdo en el primer aniversario de su fallecimiento. La finalidad de este libro es la misma.

En una de sus últimas entrevistas, la que le hiciera el profesor y amigo Jaume Botey, Paco Fernández Buey señaló:

La primera cosa que querría decir es que a mi lo de considerarme marxista o no, siempre me ha parecido una cosa secundaria. Aunque pueda parecer otra cosa desde fuera, no es mi asunto. También para Manolo Sacristán lo de ser marxista era tan secundario que en discusiones bastante serias que tuvimos con amigos y colegas Manolo quería considerarse fundamentalmente comunista. Yo también. Para mi, el marxismo es una historia de la que han salido muchas cosas. Siempre consideré que eso del marxismo había pasado a ser uno de los elementos de la cultura superior y que, para entendernos, había marxistas de derechas y marxistas de izquierdas. La línea divisoria de la lucha social y política en nuestro mundo, no pasa por ser marxista o no marxista.

La línea divisoria no era, no es esa. El marxismo es una historia compleja de la que han salido muchas cosas. Ciertamente, de acuerdo, como en el caso de muchas otras tradiciones filosóficas. Pero, concretamente, de su marxismo, de las virtudes que él supo ver, detectar y analizar en la tradición, salieron siempre –“siempre” es siempre, que diría Tarski- cosas de interés y fructíferas.

Le despedimos el 27 de agosto, el mismo día en que años atrás nos dejó su amigo y compañero, Manuel Sacristán. Fueron, ambos siguen siendo, dos de nuestros grandes maestros. Sería un error, un horror y una infamia que en él, que sobre él, sobre ellos, habitara nuestro olvido.

El “1936” de Desolación de la quimera era muy de su agrado. Alguna vez me atreví a decirlo ante en él. Conviene recordar sus versos finales en su honor:

Gracias, Compañero, gracias

Por el ejemplo. Gracias porque me dices

Que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

Como testigo irrefutable

De toda la nobleza humana.

Él fue testigo irrefutable de toda la nobleza humana y es muestra, a un tiempo, de nuestro agradecimiento, de nuestro inmenso respeto y de nuestro amor inagotable.

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ÍNDICE

0. PRESENTACIÓN

I. A MODO DE INTRODUCCIÓN

II. SOBRE ANÁLISIS Y NEUTRALIDAD

III. SISTEMA CERRADO Y REVISIONISMO

IV. MÁS SOBRE EL REVISIONISMO

V. LO MÁS VIVO DEL PENSAMIENTO DE MARX

VI. RECONSIDERACIÓN DE LA SOCIEDAD ALTERNATIVA

VII. LAS VIRTUDES

VIII. MÁS SOBRE LAS VIRTUDES

IX. SIGUIENDO CON LAS VIRTUDES MARXIANAS

X. DEL MARXISMO NO EUROCÉNTRICO

XI. SOBRE EL BALANCE DEL COMUNISMO

XII. DE LAS TRADICIONES EMANCIPATORIAS

XIII. LA VOCACIÓN GENERALISTA-REVOLUCIONARIA Y SUS CRÍTICOS

XIV. LA DIFICULTAD DIFÍCIL

XV. MUNDO, LUCHA DE CLASES Y MARXISMOS CONTRA CORRIENTE

XVI. SOBRE EL MARX SIN ISMOS. ÍNDICE Y PRÓLOGO

XVII. MÁS SOBRE EL PRÓLOGO.

XVIII. MARX Y EL COMUNISMO MODERNO

XIX. JENNY MARX, KARL MARX

XX. EL JOVEN MARX

XXI. RELIGIÓN Y POLÍTICA

XXII. LOS MANUSCRITOS

XXIII. MATERIALISMO.

XXIV. EL MANIFIESTO COMUNISTA

XXV. MÁS SOBRE EL MANIFIESTO.

XXVI. ECONOMÍA Y CRÍTICA DE LA CULTURA: DAS KAPITAL

XXVII. MÉTODOS Y PUNTOS DE VISTA

XXVIII: EL MARX TARDÍO

XXIX. MÁS SOBRE EL MARX TARDÍO

XXX. el COMUNISMO EN EL MARX TARDÍO

CODA FINAL: UN AÑO SIN… CON FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY

ANEXO: PARA LA TERCERA CULTURA. EL LIBRO PÓSTUMO DE FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY

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La clasificación de las ideas de los filósofos en ismos -como los tres que van a considerarse seguidamente- no puede contar nunca con el aplauso de los autores así clasificados. No es, ciertamente, un procedimiento que pueda dar en general razón de lo que más debe importar al autor filosófico: por muy dentro que se encuentre de una tradición, el filósofo digno de ese nombre escribe precisamente para alterarla en mayor o menor medida, para añadirle temática, o para rectificar puntos del método en ella, o para someter a examen crítico su modo de validez, su capacidad de evolucionar, etc. De no ser así, no habría nunca producción filosófica que no fuera meramente histórico-didáctica.

Pero esos irrefutables argumentos contra la clasificación de las filosofías en ismos, argumentos que sin duda tienden a cobrar peso mayor cuanto más penetra en la cultura el espíritu científico, dependen de una consideración técnica o profesional de la filosofía. Eso quiere decir que, para ser de verdad concluyentes, tienen una validez limitada; pues la filosofía tiene una presencia cultural: es, además de una actividad de especialista, la formulación más explícita en una sociedad de las orientaciones de grupos de hombres. Este reflejo cultural de la filosofía en la sociedad es lo que justifica seriamente la práctica de las amplias clasificaciones genéricas: el público filosófico, sin ser insensible a los aspectos técnicos de la filosofía, se interesa sobre todo por las grandes orientaciones del pensamiento, por aquellos rasgos muy generales compartidos por varios filósofos y que constituyen lo más propiamente cultural de las filosofías, su capacidad de orientar al individuo para que éste pueda, como decía Ortega, “saber a qué atenerse”. A esa justificación de las clasificaciones -pese a todas las injusticias y groserías intelectuales que se cometen al catalogar- se suman otras de orden más pragmático, señaladamente las necesidades retóricas y didácticas de cualquier exposición breve ordenada.

Todo está en aceptar la necesidad de clasificar sin olvidar la precariedad técnica del resultado: sabiendo que éste tiene utilidad más para la comprensión de las ideas dominantes en una cultura que para el análisis fiel de la obra de un filósofo.

MANUEL SACRISTÁN (1968)

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